dimarts, 2 de desembre del 2008

Crónica de un hombre maltratado que juró que nunca pegaría a una mujer - EL MUNDO.ES

http://www.elmundo.es/elmundo/2008/12/01/baleares/1228128765.html




PALMA.- «Ni se te ocurra tocarla, ni se te ocurra tocarla». Estas palabras llenaban la mente de M. mientras su esposa R. lo llenaba de golpes. M. corpulento, fuerte, sobrio, pudo aguantar la lluvia de puñetazos de R., que volvía borracha y despechada de una noche loca.
Septiembre de 2005. Llevaban tres años casados y 15 juntos. Tres hijos. Fue el principio del fin. El 7 de febrero de 2007 M. volvió a recibir. Cuando iba a buscar a sus hijos al colegio dos sicarios amigos de R. le dieron una paliza en la calle. «¿Que cómo puede una mujer maltratar a un hombre? Pues porque hay hombres que jamás pegarían a una mujer. O porque ella trae sicarios para que lo hagan, o es el nuevo novio el que le da una paliza al ex. Pero claro que sucede».


La historia de M. es dura y larga. De hecho, aún no ha acabado del todo. M. no tiene miedo a dar la cara, pero EL MUNDO de Baleares prefiere que no lo haga. Sería fácil con fechas y lugares que alguien reconociera a sus hijos. Ellos también son víctimas.


¿Que cómo puede una mujer maltratar a un hombre? El 28 de septiembre de 2005 la pareja ya no pasaba tanto tiempo junta, se distanciaron. Aquella noche habían ido a un concierto, luego fueron a una discoteca. «Ella bebió y se puso a coquetear con otro. Yo opté por largarme».

Quizás R. lo que quería es que su marido peleara por ella. Cuando volvió a casa, tres horas después, sus gritos despertaron a M.: «Hijo de la gran puta, me decía. Se me subió encima [él estaba en la cama] y se lió a puñetazos conmigo. Yo lo único que hice fue sujetarla».

Fue la primera bronca importante, tras la cual intentaron rehacer la convivencia. Fueron a un consejero, pero la cosa no iba bien. En diciembre decidieron separarse en un proceso de mutuo acuerdo. «Resulta que ella llevaba meses hablando con un abogado matrimonialista. Y yo ni lo sabía».

«Le ofrecí, sin necesidad de hacerlo, darle el 50% de todo, pero su abogado la convenció para que pidiera más, el 75%». Ella se quedó con la casa y con los niños. «Sólo le pedí que controlara los gastos que yo le pagaría. Pero se fue de viaje y gastó dos millones de pesetas y mucho dinero con el móvil».

M. optó por retirarle la financiación del móvil, de la visa y el coche. En realidad no tenía obligación de pagar todo eso. Era sólo buena voluntad inicial. «Al día siguiente me denunció por malos tratos, por la bronca de aquella noche de septiembre. Pero en el juicio rectificó, se desdijo».
A todo esto M. había sido detenido y fichado. «No pasé por prisión porque era evidente que todo aquello era falso. En el juicio R. admitió que me denunció porque estaba enfadada, que el abogado le sugirió que lo exagerara todo. El fiscal pidió que se la acusara de falso testimonio, pero el juez no lo hizo».

Pero como pasa en tantas parejas que se caen a trozos, a pesar de todo, volvieron a vivir juntos. «Ella ha sido la mujer de mi vida. Pasé mucho tiempo enamorado, con esperanzas de recuperarla», dice M. ¿Que cómo puede una mujer maltratar a un hombre?
Un día él descubre una factura de un fin de semana en un hotel. Huele a cuernos. Discuten. Ella se lanza sobre él y le golpea sin piedad. «Ni se te ocurra tocarla, ni se te ocurra tocarla», piensa mientras recibe. Un parte médico evidencia las lesiones en el cuello y en los brazos. M. resistió. No se defendió.

Era el 10 de mayo de 2006. La paliza aún está pendiente de juicio. El fiscal pide un año de cárcel para R. A todo esto habían acordado que él le daría a ella 150.000 euros y que cada uno se iría por su lado. R. se quedaba con los niños y con una pensión pare ellos de 1.700 euros.
M. comienza a rehacer su vida. Inicia una nueva relación. Puede ver a sus hijos los fines de semana. Un día su hija de 11 años suelta la bomba: «¡No quiero vivir con mamá!, me dijo. Y se me pusieron los pelos de punta cuando me describió que aquella casa era como Sodoma y Gomorra».

Y añade: «Tíos diferentes, salía por la noches, llegaba borracha, la canguro tuvo que llevarse una vez a los niños a su casa porque en la de mis hijos no había gas. Me fui a la Oficina de Defensa de los Derechos de los Menores. Me aconsejaron que los sacara de allí».

Aprovechó que aún no había una sentencia que le otorgara a su ex la custodia. R. se enfadó mucho y le dijo: «Que te den... en una semana me los has devuelto —relata M.—. Pero pasó el tiempo y estábamos bien. Lo que ella no se esperaba es que dejara de pasarle la pensión de 1.700 euros».

A partir del momento en que M. retiró la pensión le cae una lluvia de denuncias. Hay juicio y el juez le concede la custodia a él. La ex pasa a ser quien debe pagar una pensión alimenticia para sus hijos: 350 euros por los tres, que nunca llegó a pagar. Pero a M. ya le da igual.

Más problemas. La madre tiene derecho a ver a sus hijos cada semana, pero ellos no quieren verla. Ante la angustia que sienten los pequeños M. opta por no llevárselos. R. no pierde oportunidad: «Íbamos a tres denuncias por semana, pero el juez no me quitó la custodia».


El quinto abogado


En febrero de 2007 «ella veía que las cosas no le salían como esperaba. Y ya iba por el quinto abogado. El 7 de febrero llego al colegio de los niños y veo que está fuera el coche del novio de ella. Me cruzo con R. y nos insultamos. Entonces salen del coche el novio y otro tipo, un portero de discoteca».

La historia la continúa narrando un vecino del lugar que lo vio todo y lo denunció ante la Policía Local: «He visto a una mujer rubia que llevaba un niño en brazos que se situaba tras un coche rojo que estaba cruzado en medio de la vía», refleja el escrito de comparecencia.

«Un hombre [era M.] ha golpeado una de las ventanas del coche: En ese momento he visto como dos hombres lo han aplastado contra el coche empezando a darle puñetazos y patadas por todo el cuerpo. Ha caído al suelo y allí han seguido ensañándose con él a patadas».

El testigo, temiendo por la vida del agredido, se puso entonces a pedir ayuda a gritos. Los agresores cesaron de golpear a M., lo dejaron en el suelo y se fueron con la mujer. El testigo relató que «todo el tiempo el pequeño lloraba y estaba histérico y la mujer rubia gritaba ‘basta’, sin que los jóvenes le hicieran caso».

¿Que cómo puede una mujer maltratar a un hombre? M. es un tipo grande y fuerte. Jamás pegaría a una mujer. «Con solo un golpe le hubiera hecho mucho daño. Yo nunca pegaría a una mujer», asegura. Y ha tenido oportunidades para incumplir su forma de pensar. Ahora espera no tener que volver a pasar por esa prueba.