diumenge, 20 de desembre del 2009

http://www.lne.es/aviles/2009/12/20/caso-genero/850400.html

El caso del género

La desigualdad con la que la Justicia afronta el grave problema del maltrato físico

EUGENIO SUÁREZ

Antes se llamaba machismo, brutalidad masculina, abuso de fuerza y ahora, que creemos que las cosas tienen solución por mudarlas el nombre, se llama violencia de género. Pero creo que es para confinarlo más en las actuaciones del hombre e, insidiosamente, presentar más flojas y desvalidas a las mujeres. Los antiguos varones se pasaron la vida rascando el arpa y las cítaras para ensalzar al que llamaba, con justicia, «bello sexo», o el «sexo débil». Millones de versos, millares de libros les estuvieron dedicados y no se concebía a un caballero -durante siglos- sin la invocación, amparo y dedicación a una dama. Don Quijote toda su vida, cuerdo y loco, glorificó a la mujer, aunque estuviera encarnada en la esperpéntica Dulcinea.

Creo que no fueron las bellas y angelicales doncellas las que desataron la ofensiva, las que abandonaron la tarea de peinar las rubias cabelleras con peines de oro, sino las más parecidas a la Maritornes. La mujer tomó revancha de los desaires masculinos y la literatura ha relatado las ingeniosas tretas con las que ellas se rescataban de la afrenta de su pareja.

Violencia de género, que ilustra las páginas de sucesos y los espacios radiotelevisivos, escalofriantes estadísticas donde el macho aparece como un ser bestial, desalmado, cruel y vicioso. Hay Direcciones Generales de la Mujer, tribunales especiales para investigar estos casos, sentencias rápidas, medidas drásticas, alejamiento, prohibición al marido o compañero para visitar a los hijos, ni acercarse una distancia variable al domicilio antes compartido. E incluso un Observatorio de Violencia de Género del Poder Judicial, que intenta justificar su existencia como puede.

He vivido personalmente episodios relacionados con el asunto, en circunstancias otras y olvidados por el tiempo transcurrido y puedo afirmar que, en época de la dictadura pasada, un tanto por ciento abrumador de las llamadas «medidas provisionales» (domicilio, patria potestad, pensión alimenticia, etc..) eran decididas contra el marido, de manera genérica. Los jueces -que cuando pueden, escurren el bulto- se quitaban el problema de encima y fallaban, en primera instancia, contra el varón, eso está en la estadística de la jurisprudencia. Ahí nació la especialidad forense y suculenta de los abogados matrimonialistas que pusieron su ingenio en complicar los procesos y alargarlos todo lo posible.

Un juez de familia, ejerciente en Sevilla, don Francisco Serrano Castro, con 11 años de ejercicio como magistrado, ha dictado unas 20.000 sentencias y ha sido galardonado por la Asociación de Mujeres Violadas y otras, además de su resuelta actitud en la defensa de las maltratadas y los menores. Este juez mantiene que se silencia, oficialmente, el número de hombres maltratados o muertos por agresiones de sus cónyuges. En 2006 se suicidaron 963 varones más que mujeres, por efecto de la discriminación de la ley contra la Violencia de Género

Hay miles de hombres denunciados por las esposas o las «compañeras sentimentales», detenidos, maltratados en sedes policiales y encerrados por los jueces, sin poder demostrar su inocencia y ni una sola mujer en esas circunstancias. Los datos son escalofriantes, especialmente porque tenemos la impresión de que las cosas suceden de otra manera, totalmente distinta que demuestran los errores de la reciente ley, ocultados, no publicados, sino en una sola dirección.

«Lo que agrave la pena contra el hombre, solo por el hecho de serlo, es discriminatoria». Ha tenido relieve mediático el caso de Miguel Ángel Torres, que ha pasado seis años en la cárcel por la denuncia de la ex esposa, que le acusó de haber abusado sexualmente de una hija de dos años, algo que fue creído y castigado por la justicia. Fue una falsa denuncia, los eritemas que presentaba la menor traían su causa de las lombrices y de rascarse en aquella zona. Desde febrero del 2004 estuvo detenido y durante este tiempo no ha podido ver a su pequeña. Al fin, ha demostrado la inocencia, pero quedará siempre patente cual podría ser la reparación de un daño tan monstruoso.

No puede ocultarse que en la frialdad de los números, es mayor el de varones que agreden a las esposas que al revés. Ellas suelen utilizar el arsénico o la plancha de hierro .Y ahora, otro arma letal: la denuncia ante autoridades y tribunales que prefieren remar a favor de la corriente y no dudan en criminalizar al hombre, porque eso es lo que parece políticamente correcto a la sociedad y al Ministerio de Igualdad. Más de uno recordará la quinteta: «¡Igualdad! Oigo gritar / al jorobado Torroba. / Y se me ocurre pensar: / ¿Querrá verse sin joroba / o nos querrá jorobar»

Los datos y el argumento de este escrito no han salido de mi magín y si me he decido a rozar el tema ha sido porque la actitud y la opinión del mentado juez de Sevilla han sido corroboradas por varias compañeras suyas. Contra la postura cerril del famoso, lánguido y permisivo del Consejo General del Poder Judicial y la postura de la jefa del pintoresco Observatorio, que niega cuanto dice el magistrado: lo encuentro natural, si no, ¿para qué serviría el inventado cargo y el propio Ministerio de Igualdad? ¡Cuánto filtro para tan poco agua! Frente a ello, por ahora, se han alzado cuatro jueces, cuatro mujeres de la misma región, identificándose con el colega y abundando en las mismas o parecidas conclusiones. A buenas horas íbamos a meternos en ese berenjenal sin algún apoyo. Como dice el soso anuncio , yo no soy tonto. Aunque lo parezca.