dissabte, 29 d’agost del 2009

La violencia que no va a juego - Luis Miranda

http://www.abc.es/20090827/cordoba-cordoba/violencia-juego-20090827.html

ME quedé esperando en vano las concentraciones de repulsa, los discursos emotivos y los lazos de tonos pastel para condenar el asesinato de un hombre a manos de su mujer la semana pasada en Valencia. Los periódicos, húerfanos en agosto de titulares y polémicas, sí que lo contaron, pero a base de edulcorarlo con atenuantes y denuncias de maltrato anteriores, como para absolver a la sospechosa alegando legítima defensa y hasta apelando a la segunda enmienda estadounidense y a la Ley del Talión si hiciera falta.

Lo más normal, sin embargo, es que el caso hubiera pasado desapercibido, cubierto por un piadoso manto de silencio o hasta enmascarado con la vieja etiqueta franquista del crimen pasional, como pasó con los 31 hombres que el año pasado murieron asesinados por sus compañeras y a los que velaron, quizá por fortuna, sin lágrimas oficiales de cocodrilo ni palabras vanas ni micrófonos a las puertas de sus casas ni faldones invitando a llamar al 016. También, y ésto es más grave, sin que nadie reconozca que la violencia de pareja también se ejerce en el sentido contrario del que siempre señalan las asociaciones que comen de las mismas administraciones a las que tienen en un puño. Las más de las veces se ocuparán de señalar la marginalidad y extranjería de los protagonistas, recordando aquella pamplina de la culpa de la sociedad y el individuo, y que rara vez emplean cuando es a la inversa.

El raro Ministerio que dirige Bibiana Aído tiene una buena excusa para echar tierra, porque los 31 muertos que contó el año pasado el Consejo General del Poder Judicial le hacen feo en su decorado de trajes de chaqueta a juego con el fondo malva. Sí es verdad que las mujeres asesinadas son el doble, pero reconocer que también las hay que cogen el cuchillo o encargan a un sicario la faena tiraría por tierra el acogedor mantra de la violencia de género, un sintagma nominal que partiendo de una barbaridad gramatical manipula la realidad para conseguir pocos efectos beneficiosos y bastantes perniciosos.

Pensar en las mujeres que matan a sus compañeros obliga también a tener en cuenta que otras sacarán la mano de paseo cada vez que se les crucen los cables, que muchas los amenazarán cuando se separen y que otras los humillarán sin necesidad de ponerles la mano encima. Como hacen muchos más hombres con sus esposas, desde luego, sin que unos merezcan mejor trato que otras.

Y si se empieza estudiando todo ésto, a lo peor se llega a concluir que la Ley de la Violencia de Género y la cursi mentalidad que florece regada por su dotación presupuestaria no son para hacer justicia, sino para pelear a una parte de la sociedad con otra, para responder al mal del machismo atávico heredado con un feminismo mucho más sutil pero igual de injusto y tendencioso, como llevando la igualdad al absurdo.

Ni siquiera podrán recurrir al cínico argumento de tolerar algún atropello para conseguir los fines. En el pecado llevan la penitencia de una ley que no sólo criminaliza a una persona con un simple testimonio en contra, que no sólo abre el coladero a que tantas arpías denuncien o chantajeen para asegurarse la custodia de los niños, la casa, el coche y la mitad de la nómina ajena. También, y no lo reconocerán nunca, sirve para colapsar los juzgados con denuncias falsas que dejan desguarnecidas a la intemperie a las mujeres que de verdad necesitan que las protejan de un destino tan cruel y tan injusto como el de la chica embarazada a la que un indeseable mató de un disparo hace pocos días.