Beatriz Miranda Verdú, juez de Primera Instancia e Instrucción Nº 1 de Castuera. Miembro del Foro Judicial Independiente.
"En las primeras escenas del clásico “Lo que el viento se llevó” aparecía la bella Vivien Leigh fuertemente agarrada a los varales de una cama conteniendo la respiración mientras intentaban colocarle un corsé.
Esta prenda que antaño sirvió para afinar cinturas no ha perdido del todo su finalidad en los tiempos actuales. Si en otro tiempo era utilizado por las damas para moldear su figura, hoy el corsé es impuesto para corregir supuestas desviaciones. Se atiende más, quizá, a su sentido ortopédico.
A los hombres y mujeres que integramos la Carrera Judicial se nos obliga a utilizarlo. Cuanto más ceñido mejor, cuanto más ajustado mejor; que no permita respirar, que no permita hablar, que no permita opinar.
Esto y no otra cosa es lo sucedido con el magistrado sevillano Francisco Serrano por expresar una opinión sobre el funcionamiento y la realidad práctica en la aplicación de la Ley de Violencia de Género; una opinión que se ha considerado “desviada”. ¡Que le pongan un corsé! –han gritado desde distintos frentes.
Los jueces y magistrados no sólo aplicamos la ley. Nuestro compromiso hunde sus raíces en la propia Constitución Española. Nuestra primera obligación es guardar y hacer guardar la letra de la Norma Suprema frente a todos.
El artículo 20 de la cúspide del Ordenamiento Jurídico Español reconoce y protege, entre otros, en su apartado primero, los derechos a expresar y difundir libremente los pensamientos, ideas y opiniones mediante la palabra, el escrito o cualquier otro medio de reproducción. En su apartado segundo expresa, con toda claridad, que “el ejercicio de estos derechos no pueden restringirse mediante ningún tipo de censura previa”.
Se configuran normativamente las libertades de expresión y opinión. Tales libertades no tienen forma de corsé. Tampoco tienen ideología política alguna, por más que se empeñen algunos. No tienen sexo ni profesión. Desde el momento en que el pensamiento y la opinión van indisolublemente unidas a la subjetividad, pertenecen a todo individuo sin distinción alguna.
Las ventiscas soplan siempre hacia el tercer Poder del Estado con el propósito de aniquilarlo, arrancando libertades y sancionando por no seguir la senda marcada. Afortunadamente, la responsabilidad nos hace pisar sobre terreno firme y continuar por el único camino posible, el de la independencia. Y hacemos trizas el corsé. Así es la libertad constitucional. Guste o no".
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