El artículo 14 de la Constitución española proclama el derecho a la igualdad y a la no discriminación por razón de sexo. Por su parte, el artículo 9.2 consagra la obligación de los poderes públicos de promover las condiciones para que la igualdad del individuo y de las agrupaciones en que se integra sean reales y efectivas.
La igualdad es, asimismo, un principio fundamental en la Unión Europea. Desde la entrada en vigor del Tratado de Ámsterdam, el 1 de mayo de 1999, la igualdad entre mujeres y hombres y la eliminación de las desigualdades entre unas y otros son un objetivo que debe integrarse en todas las políticas y acciones de la Unión y de sus miembros.
No es mío. Lo he leído en un documento de la página de la Asociación de Mujeres Juristas Themis. Esta asociación se ocupa de informar y defender a las mujeres. Entre una de las motivaciones de su creación quiero destacar ésta:
Lo que más conmovió nuestros sentimientos fue el ensordecedor silencio de las mujeres que no se atrevían a gritar ante nosotros su cotidiana tragedia, su miedo; el aislamiento que alimenta su dependencia, que refuerza la inseguridad y la certeza de su soledad ante las circunstancias: Las mujeres maltratadas.
Los malos tratos es uno de los azotes de nuestros días que más me avergüenza. Destroza familias, destruye a las personas. El daño para la víctima colea durante años, eso si hay una sola víctima, y cuando hay hijos, ya se sabe. Todos excepto el verdugo son víctimas. O excepto la verdugo.
Porque en la última década el caso de los malos tratos a hombres se ha disparado. Según un artículo publicado por Luis Losana en la revista Época del mes pasado, los varones representan el 22% de las muertes en el seno de la pareja y el 44% del total de violencia doméstica, según el anuario estadístico de la Policía de 2005.
La violencia contra el hombre adopta una forma diferente a aquella contra la mujer. El doctor en psicología y profesor por la universidad de Málaga Antonio Videra afirma que la violencia de las féminas es psicológica, sutil y basada en la humillación a través de manipulaciones que tienen por objeto herir al hombre en diferentes aspectos como su sexualidad, su profesionalidad, el trabajo en casa, etc.
Lo que resulta sorprendente es que las mismas personas capaces de compadecerse del silencio de las mujeres maltratadas se muestran hostilmente indiferentes frente a los malos tratos a los hombres siendo ambos iguales ante la ley y la sociedad y teniendo en cuenta que esta igualdad es un principio constitucional y un principio fundamental de la Unión Europea.
Para María José Varela, abogada feminista y miembro de la Asociación de Mujeres Juristas Themis los hombres asesinados por sus parejas no se pueden considerar malos tratos: "No hay que contabilizar a la mujer que mata a su pareja fruto de una patología severa como personalidad esquizofrénica".
Esta jurista es capaz de afirmar que el maltrato psicológico es quién hace el trabajo de destruir la identidad y personalidad de la víctima. Reconoce que la dificultad para detectarlo está en que no hay huellas visibles que lo delaten y que el límite está en la pérdida de respeto de palabra con gestos de menosprecio, aunque se pretenda después, por parte del agresor, escudarse en la broma o en conceptos que manipulan esa falta de respeto.
Y, en la misma entrevista, afirma brutalmente un poco después: "Hay hombres maltratados en la misma proporción que los negros maltratan a los blancos. Las excepciones no son el problema y por tanto yo no las contemplo."
Sorprende que adopte la misma actitud que quienes durante mucho tiempo acallaron las voces de las mujeres. Y, lamentablemente, también los hombres víctimas de maltrato psicológico reaccionan como las mujeres hicimos: con miedo y silencio. La psicóloga argentina Silvia Fairman, autora del libro "El hombre maltratado por su mujer (una realidad oculta)" explica:
Cuando en nuestra sociedad el poder ha sido siempre uno de los atributos masculinos, es inadmisible que este hombre reconozca ante sí mismo y ante los demás la estrepitosa caída de su omnipotencia.
No es algo nuevo, algunos hombres ilustres fueron maltratados por mucho que su drama se silenciara: Dalí era maltratado por Gala y Federico Chopin, ya enfermo, por George Sand. En nuestra sociedad no se le da importancia a este fenómeno aludiendo a la superioridad de la fuerza física masculina, pero todos conocemos alguna mujer con "armas de víbora", capaz de torturar psicológicamente a un hombre y hacer de él un desgraciado. Empeora la cuestión el que al ser un tema tabú no se disponga de estadísticas fidedignas. Por otro lado, este silencio tiene muchos componentes: el trato de la Policía cuando un hombre denuncia es denigrante, la asistencia psicológica a hombres es muy escasa aún, a pesar de los esfuerzos de las pocas asociaciones que les defienden.
La negación de que el terrorismo psicológico en el hogar no nos afecta solamente a nosotras es perjudicial tanto para los hombres como para las mujeres. Perpetuar la autopercepción de la mujer como víctima del hombre e incapaz de infligir algún daño, es equivocada y no contribuye a resolver el problema de la mujer maltratada. Quienes pretenden salvar a la mujer del horror del maltrato ninguneando los derechos del hombre y encumbrándole para siempre como macho abusador solamente consiguen mantenerla en ese estereotipo de sexo débil contra el que tan bienintencionadamente luchan. Y es discriminación.