http://www.diariodelasierra.es/2009/05/01/cartas-al-director-hombres-asesinados/
http://www.lavanguardia.es/lv24h/20090510/53701191521.html
Sin duda alguna el pasado año ha sido aciago. Pero no menos que los anteriores. Las cifras de mujeres muertas a manos de los ex o maridos, crece incesablemente. De ello somos conscientes todos. Los medios de comunicación, el Gobierno Central, la oposición, las radios, los lobbies, el observatorio de la mujer, el Ministerio de “Igualdad”, y centenares de colectividades más nos lo recuerdan a diario.
Lamentablemente pero, hay otra realidad. Según el propio Consejo General del Poder Judicial, 31 hombres fallecieron durante el mismo periodo a manos de mujeres. 30 de ellos, a manos de su ex mujer o esposa. No obstante no aparecen en los medios. Por algún oscuro motivo, o quizás no… (…) pero no aparecen, ni pretende nadie concienciar a nadie de lo aberrante y deleznable que es matar a un hombre.
La actual legislación sobre violencia de género y violencia doméstica se muestra de nuevo ineficaz, in operativa y ridícula dadas las resultas de la misma.
30 madres lloran la pérdida de sus hijos a manos de sus esposas o ex esposas. Éstas 30 madres son mujeres. ¿Quien vela por ellas y por los padres de los fallecidos? ¿Quien por los niños huérfanos de padre? Quien vela por la real igualdad de penas ante el mismo delito? No hay justificación a semejante atrocidad. No vale la “defensa propia” pues, ¿Cuántos hombres podrían desde su también tergiversado prisma, alegar la misma? La persona capaz de matar no tiene perdón, ni atenuante que le justifique.
dijous, 30 d’abril del 2009
Hombres, hombrecillos.... y cagabandurrias - El Homo-parasitus - Mª Carme Carreño
Antiguamente y dada la precaria situación económica, quien constituía una nueva familia pasaba a residir en casa de los padres y así convivian juntos abuelos, padres, nietos, gato, canario, etc.
Afortunadamente los tiempos cambian y gracias a nuestro trabajo y esfuerzo podemos casarnos o unirnos a otra persona y tener una vivienda propia. Es lógico, ya lo dice nuestro refranero popular: el casado, casa quiere.
Más adelante y gracias a nuestro sobreproteccionismo, hemos creado una serie de parásitos que han considerado que era demasiado esfuerzo trabajar para conseguir tener un techo propio y nació la figura de los okupas. Chavales que consideran que no han nacido para trabajar y que es la sociedad la que debe facilitarles la vivienda, amparándose en una lectura “sui géneris” de la Constitución Española en cuanto al “derecho a una vivienda digna”.
Pero ahora ha nacido una mutación de esos parásitos: los que deciden formar una nueva familia a expensas de la vivienda adquirida gracias al esfuerzo de otros. Aquí podríamos hacer un profundo estudio y quizás nos llevaría a la conclusión que son esos mismos personajes que años atrás adornaban sus cabezas con sucias rastas. Los llamaremos, pues, homo-parasitus.
Son seres que se emparejan con mujeres ya separadas o divorciadas a las que les ha sido atribuído el uso y disfrute de la vivienda conyugal gracias a los hijos de esa mujer con su anterior pareja. Seres que, a veces llegan solos, y otras veces aportan su propia prole. Personajes que siguen careciendo de lo que debería tener un hombre de provecho para constituir un nuevo hogar con su esfuerzo.
Y mi reflexión de ahora es ¿cuál será la siguiente mutación de esos homo-parasitus cuando los hijos de esa nueva pareja sean independientes económicamente y la madre, por ende, pierda el derecho al uso de la vivienda?. ¿Qué harán cuando esa mujer le plantee que ahora deberá conseguir una nueva vivienda con su aportación económica?.
Quizás los hallaremos entonces sentados en un banco de la calle con su compañero el “Marqués del Cartón” esperando la hora de apertura del comedor social y quejándose de lo injusta que es la sociedad y nuestro Gobierno por no facilitarle una vivienda digna y gratuita.
Afortunadamente los tiempos cambian y gracias a nuestro trabajo y esfuerzo podemos casarnos o unirnos a otra persona y tener una vivienda propia. Es lógico, ya lo dice nuestro refranero popular: el casado, casa quiere.
Más adelante y gracias a nuestro sobreproteccionismo, hemos creado una serie de parásitos que han considerado que era demasiado esfuerzo trabajar para conseguir tener un techo propio y nació la figura de los okupas. Chavales que consideran que no han nacido para trabajar y que es la sociedad la que debe facilitarles la vivienda, amparándose en una lectura “sui géneris” de la Constitución Española en cuanto al “derecho a una vivienda digna”.
Pero ahora ha nacido una mutación de esos parásitos: los que deciden formar una nueva familia a expensas de la vivienda adquirida gracias al esfuerzo de otros. Aquí podríamos hacer un profundo estudio y quizás nos llevaría a la conclusión que son esos mismos personajes que años atrás adornaban sus cabezas con sucias rastas. Los llamaremos, pues, homo-parasitus.
Son seres que se emparejan con mujeres ya separadas o divorciadas a las que les ha sido atribuído el uso y disfrute de la vivienda conyugal gracias a los hijos de esa mujer con su anterior pareja. Seres que, a veces llegan solos, y otras veces aportan su propia prole. Personajes que siguen careciendo de lo que debería tener un hombre de provecho para constituir un nuevo hogar con su esfuerzo.
Y mi reflexión de ahora es ¿cuál será la siguiente mutación de esos homo-parasitus cuando los hijos de esa nueva pareja sean independientes económicamente y la madre, por ende, pierda el derecho al uso de la vivienda?. ¿Qué harán cuando esa mujer le plantee que ahora deberá conseguir una nueva vivienda con su aportación económica?.
Quizás los hallaremos entonces sentados en un banco de la calle con su compañero el “Marqués del Cartón” esperando la hora de apertura del comedor social y quejándose de lo injusta que es la sociedad y nuestro Gobierno por no facilitarle una vivienda digna y gratuita.
dimarts, 28 d’abril del 2009
Matar a la pareja del mismo sexo - Jose Manuel Aguilar Cuenca
http://www.diariodecadiz.es/article/opinion/404414/matar/la/pareja/mismo/sexo.html
En el mundo en el que vivimos la candidez debería estar subvencionada. Y no porque sea un valor a fomentar, sino por lo escasa y limitada a ciertos sujetos, que nadan en el dogma que todo lo filtra, esos que usan gafas edulcoradas que les permite ver el mundo desde el punto de vista del todo o nada, cancerbero que impide entrar el análisis y la crítica, siempre vestida en tonos grises continuamente cambiantes.
Tras la reciente noticia del asesinato de un homosexual en Adra (Almería), supuestamente a manos de su marido, la Confederación Española de Lesbianas, Gays, Bisexuales y Transexuales (Colegas) ha denunciado que la actual Ley de Violencia de Género "no protege a todos por igual". Semejante alarde de deducción ha venido acompañado de las declaraciones de la vicepresidenta de la asociación, Rosa Ortega, que criticó que los gays y las lesbianas "no pueden acogerse a la actual ley para obtener el alejamiento de su parejas en estos episodios ni pueden acceder a los centros de acogida" y que "sólo desde una visión sesgada e irreal cabe renunciar a que gays y lesbianas estén protegidos dentro de la actual Ley Integral de Violencia de Género".
Finalmente, la representante de la asociación hizo un comentario sobre las declaraciones del delegado del Gobierno para la Violencia de Género, Miguel Lorente, que al referirse al luctuoso hecho argumentó que había que distinguir entre esta tipología criminal y la que afecta a otros colectivos. Sin embargo, para Ortega, es "inconcebible" no asimilar la violencia en las parejas de lesbianas y gays a la llamada violencia de género o machista.
El problema está servido. La citada ley ha sido elaborada exclusivamente para un constructo ideológico determinado, no para solventar una situación habitual y sangrante en la convivencia de pareja. Esta ley no pretende proteger, y por tanto no actúa, cuando el protagonista de la violencia es un hombre contra otro hombre, ni una mujer contra su pareja mujer, del mismo modo que no ampara al hombre víctima de su esposa o compañera. La Ley discrimina -y por tanto deja fuera- a esa víctima no por ser homosexual, sino por ser varón. Del mismo modo, si el hecho hubiera sido protagonizado por una pareja de mujeres, la ley no les ampararía por el mero hecho de que la actora es una mujer.
Asunto distinto es el hecho de que se reclame equiparar que la violencia en parejas del mismo sexo sea similar a la violencia de género o machista. Siguiendo el constructo teórico, la violencia de género es el resultado del secular dominio que el hombre realiza sobre la mujer. El problema viene dado en que en una pareja de mujeres la ausencia de un cromosoma en forma de Y es un hecho palmario. Si aceptamos que no es necesario ese gen, estaríamos aceptando entonces que la violencia en la pareja sería una construcción independiente del sexo, lo que llevaría a plantearnos entonces qué utilidad tiene la ley.
La violencia en parejas del mismo sexo es una realidad. Cuando un profesional se encuentra en esta situación, junto a las secuelas que en cualquier ser humano sufre por ser violentando -independientemente de su sexo-, se han de sumar la presión social y familiar. No es infrecuente que un homosexual agredido por su pareja se encierre en casa para no tener que dar cuentas de los moratones, del mismo modo que es recurrente atender a una mujer destrozada psicológicamente a causa del acoso moral al que la somete su mujer. Desde hace muchas décadas es un tabú - otro más- que rodea a estos ciudadanos.
En una revisión de 19 estudios sobre violencia doméstica homosexual, la revista Clinical Psychology Review concluyó que casi un tercio de las parejas con miembros del mismo sexo registraban violencia física, alcanzando casi el 50% en los casos de parejas lesbianas, siendo menor el porcentaje en parejas de hombres. Estos datos, juntos con los de otras investigaciones, apoyan la hipótesis de que no sólo existe violencia en parejas del mismo sexo, sino que incluso podría ser superior su presencia en este tipo de parejas a aquellas cuyos miembros son de sexos opuestos.
Las parejas del mismo sexo, miembros de pleno derecho de nuestra sociedad, ciudadanos que merecen el respeto de todos, han encontrado que las gafas prestadas no son suficiente para comprender el mundo que nos quieren vender, viéndose desamparadas al igual que el hombre que es agredido por su esposa, el niño por su madre o el anciano por su cuidador. Pareciera que la realidad se resiste a etiquetarse en función de los parámetros ideológicos del momento. Seguiremos sentados, viendo pasar la realidad bajo el puente, mientras nos siguen diciendo lo que no ocurre.
En el mundo en el que vivimos la candidez debería estar subvencionada. Y no porque sea un valor a fomentar, sino por lo escasa y limitada a ciertos sujetos, que nadan en el dogma que todo lo filtra, esos que usan gafas edulcoradas que les permite ver el mundo desde el punto de vista del todo o nada, cancerbero que impide entrar el análisis y la crítica, siempre vestida en tonos grises continuamente cambiantes.
Tras la reciente noticia del asesinato de un homosexual en Adra (Almería), supuestamente a manos de su marido, la Confederación Española de Lesbianas, Gays, Bisexuales y Transexuales (Colegas) ha denunciado que la actual Ley de Violencia de Género "no protege a todos por igual". Semejante alarde de deducción ha venido acompañado de las declaraciones de la vicepresidenta de la asociación, Rosa Ortega, que criticó que los gays y las lesbianas "no pueden acogerse a la actual ley para obtener el alejamiento de su parejas en estos episodios ni pueden acceder a los centros de acogida" y que "sólo desde una visión sesgada e irreal cabe renunciar a que gays y lesbianas estén protegidos dentro de la actual Ley Integral de Violencia de Género".
Finalmente, la representante de la asociación hizo un comentario sobre las declaraciones del delegado del Gobierno para la Violencia de Género, Miguel Lorente, que al referirse al luctuoso hecho argumentó que había que distinguir entre esta tipología criminal y la que afecta a otros colectivos. Sin embargo, para Ortega, es "inconcebible" no asimilar la violencia en las parejas de lesbianas y gays a la llamada violencia de género o machista.
El problema está servido. La citada ley ha sido elaborada exclusivamente para un constructo ideológico determinado, no para solventar una situación habitual y sangrante en la convivencia de pareja. Esta ley no pretende proteger, y por tanto no actúa, cuando el protagonista de la violencia es un hombre contra otro hombre, ni una mujer contra su pareja mujer, del mismo modo que no ampara al hombre víctima de su esposa o compañera. La Ley discrimina -y por tanto deja fuera- a esa víctima no por ser homosexual, sino por ser varón. Del mismo modo, si el hecho hubiera sido protagonizado por una pareja de mujeres, la ley no les ampararía por el mero hecho de que la actora es una mujer.
Asunto distinto es el hecho de que se reclame equiparar que la violencia en parejas del mismo sexo sea similar a la violencia de género o machista. Siguiendo el constructo teórico, la violencia de género es el resultado del secular dominio que el hombre realiza sobre la mujer. El problema viene dado en que en una pareja de mujeres la ausencia de un cromosoma en forma de Y es un hecho palmario. Si aceptamos que no es necesario ese gen, estaríamos aceptando entonces que la violencia en la pareja sería una construcción independiente del sexo, lo que llevaría a plantearnos entonces qué utilidad tiene la ley.
La violencia en parejas del mismo sexo es una realidad. Cuando un profesional se encuentra en esta situación, junto a las secuelas que en cualquier ser humano sufre por ser violentando -independientemente de su sexo-, se han de sumar la presión social y familiar. No es infrecuente que un homosexual agredido por su pareja se encierre en casa para no tener que dar cuentas de los moratones, del mismo modo que es recurrente atender a una mujer destrozada psicológicamente a causa del acoso moral al que la somete su mujer. Desde hace muchas décadas es un tabú - otro más- que rodea a estos ciudadanos.
En una revisión de 19 estudios sobre violencia doméstica homosexual, la revista Clinical Psychology Review concluyó que casi un tercio de las parejas con miembros del mismo sexo registraban violencia física, alcanzando casi el 50% en los casos de parejas lesbianas, siendo menor el porcentaje en parejas de hombres. Estos datos, juntos con los de otras investigaciones, apoyan la hipótesis de que no sólo existe violencia en parejas del mismo sexo, sino que incluso podría ser superior su presencia en este tipo de parejas a aquellas cuyos miembros son de sexos opuestos.
Las parejas del mismo sexo, miembros de pleno derecho de nuestra sociedad, ciudadanos que merecen el respeto de todos, han encontrado que las gafas prestadas no son suficiente para comprender el mundo que nos quieren vender, viéndose desamparadas al igual que el hombre que es agredido por su esposa, el niño por su madre o el anciano por su cuidador. Pareciera que la realidad se resiste a etiquetarse en función de los parámetros ideológicos del momento. Seguiremos sentados, viendo pasar la realidad bajo el puente, mientras nos siguen diciendo lo que no ocurre.
dilluns, 27 d’abril del 2009
Cartas al Director: “¿Violencia de género o violencia de Estado?”
http://www.diariodelasierra.es/2009/04/21/cartas-al-director-%c2%bfviolencia-de-genero-o-violencia-de-estado/#more-10719
Hacía largo tiempo que no veía a Germán. Me lo encontré, acompañando del brazo a su esposa, mientras transitaba por mi pueblo a la hora del aperitivo; y la alegría de celebrar el tropiezo nos condujo hasta la tasca más cercana, pues mal reencuentro resulta en nuestras Españas aquél que no se remoja adecuadamente con unas espumosas cañas.
Nos conocemos desde la infancia y, en nuestra juventud, resultaban notorias las tertulias estivales nocturnas que manteníamos junto con otros amigos en los bancos de la plaza; con disquisiciones de cómo arreglar un mundo, ese que no parece tener solución. Un mundo, en el que los problemas humanos de antaño, que entonces conmovían nuestra sensibilidad, dan la sensación de verse incluso empequeñecidos por lo nuevos del presente, sin saber a ciencia cierta si humanamente progresamos a insignificante paso de tortuga o, aún peor, realmente nos desplazamos hacia atrás como el cangrejo.
Germán, después de terminar su carrera de ingeniero agrícola, partió a otras tierras por servidumbres de su profesión, donde se estableció y formó familia. Desde entonces, nos visita esporádicamente con motivo de sus vacaciones. Es un hombre que pareciendo algo rudo en sus ademanes, así como esgrimiendo argumentaciones fundamentadas en una lógica pragmática, alberga un corazón sensible y pleno de nobles sentimientos capaz de conmoverse por el sufrimiento de una mosca. Su esposa, Marina, es una mujer de ademanes naturales y sencillos, engalanados permanentemente por una eterna y dulce sonrisa. Ninguno de ambos parece pedirle a la vida más de lo que ésta les puede dar y es por lo que caminan juntos por ella con una placidez que causa admiración.
En tales tesituras, aterrizamos en la bodega de “El culebra”; quién regenta un establecimiento que heredó de su homónimo padre, muy popular entre la gente sencilla del lugar. Allí, pegado a la barra, cuál lapa a la roca, se encontraba visiblemente abatido Pepe, otro amigo de nuestras correrías juveniles de antaño; abogado de profesión, con el que mantengo últimamente mayor contacto, puesto que lleva ya alrededor de cinco meses viviendo nuevamente en el pueblo en casa de sus padres. Anteriormente residía en la capital, a cuarenta kilómetros de distancia, donde tenía abierto un despacho en su propio domicilio que le proporcionaba unos desahogados ingresos.
De él salió esposado, por una denuncia de malos tratos.
La alegría desenfadada, que tradicionalmente le acompañaban, se ve ahora trastocada por una triste amargura que trasluce por sus ojos; una impotencia sorda le carcome el alma; y los amigos no sabemos qué hacer ya para mitigar su dolor e intentar distraerle de tan obsesiva fijación.
-ya ves -se lamenta hasta la saciedad en nuestros frecuentes encuentros- estudié Derecho creyendo en la justicia y ahora me veo aniquilado por la injusticia de la Justicia.
Y, ciertamente, con anterioridad a su serio percance personal, era costumbre en él defender con pasión y arrebato la lógica de lo justo; disculpando los errores leguleyos como mal menor necesario e inevitable, “por ser propio -decía- de la condición humana de sus protagonistas”.
Después de los inexcusables saludos entre ambos, preguntándose por vida y milagros, Germán y Marina no pudieron menos que mostrar su sincera condolencia por las recientes desgracias de nuestro común amigo. Y realmente, no era para menos; Pepe se encontró un viernes tarde con la sorpresa de ser esposado inesperadamente por la policía en su domicilio y en presencia de sus hijos, por una falsa denuncia de malos tratos formulada contra él por su mujer. Germán y yo, conociéndole como largamente le conocemos, albergamos plena convicción en la veracidad de su inocencia.
“En el calabozo pasé dos días y medio -nos contó- rodeado de otros presuntos delincuentes, por no decir otras víctimas -agregaba en su desesperación- en vista de la injusticia de mi propio caso. El lunes por la mañana, comparecí ante una jueza, de los juzgados de violencia de género, que sin siquiera atender mis cuitas y razones dictaminó contra mi una orden de alejamiento preventiva que no me permite acercarme a una distancia menor de quinientos metros de mi domicilio; sin poder, además, ver a mis hijos y ni siquiera comunicarme telefónicamente con ellos. Han tenido que ser mis hermanos quienes hicieron el traslado de mis archivos desde el despacho de mi hogar, casa que me donaron mis padres cuando todavía era soltero, hasta el domicilio de ellos aquí en el pueblo, alejado de mis clientes habituales; viéndome afectado desde entonces por una depresión aplastante, que pesa sobre mi ánimo como una losa y que prácticamente imposibilita mi trabajo conduciéndome a no dar pie con bola. Pero no acabando aquí mis desventuras, me he enterado después, por amigos comunes, que antes de una semana mi mujer ya había introducido en mi casa, con mis hijos, con los que ahora me impiden hablar, y en mi misma cama, al amante con el que mantenía relaciones desde hace más de un año; cosa que, yo, también desconocía”.
Marina le escuchaba conmovida y Germán abría unos ojos como platos; no fruncía pestaña y sus oídos no perdían una sola sílaba.
-¡Pobriños, tus hijos! -exclamó Marina, con su deje norteño-. Parece mentira que haya mujeres capaces de tanta maldad. Para dos días que vamos a estar en este mundo, ¿cómo es posible infligir tanto daño?
-Cuando prima el sentimiento -medié, yo- la naturaleza humana no parece conocer límites. Contra ello ha luchado tradicionalmente el Derecho Penal: contra los excesos del sentimiento. Sentimientos de odio, rencor, pasión, venganza, desamor, adulterio, etc. que causan estragos. Pero ahora parece haberse invertido la tortilla; ya que, a la postre, cierta Justicia parece primar el engaño sentimental, cuando es femenino, largando al esposo a una siniestra alcantarilla de indignidad, despojo e infortunio.
-Me dejas de piedra -atinó a decirle el compasivo Gervasio a Pepe, después de unos minutos de compungido desconcierto- y parece mentira que la Justicia pueda cometer errores semejantes. Pero como tú tanto nos comentabas antaño -agregó, con intención de consuelo- yo creo que tu caso no deja de ser un triste error técnico propio de la naturaleza humana de quién dictó tu sentencia. Cosa, que tampoco es muy de extrañar después de la patente alarma social que están causando los abundantes casos de malos tratos hacía la mujer en nuestra sociedad. Date cuenta que prácticamente no pasa día sin que la televisión o los periódicos no ofrezcan noticia sobre una repugnante tropelía de éste tipo. De alguna manera se ha de parar el enorme número de víctimas femeninas que se dan por año. Y no solo hablo de muertas; si no también de la cantidad de palizas o abusos psicológicos de los que la mujer continúa siendo objeto.
-Mira, Germán -le contestó Pepe descorazonado y con el abatido desencanto de quién ha largo tiempo que lleva pregonando las mismas razones con la sensación de hacerlo en pleno desierto- agradezco la intención de tus palabras porque nos conocemos tanto como para saber que solo pretendes consolarme y animarme; y soy consciente, además, de que no estás realmente enterado de la triste realidad presente, puesto que afortunadamente no eres uno de los afectados, como yo, ni tu profesión implica ser un entendido en leyes o jurisprudencias. Pero has de saber que mi caso es algo más grave que un simple error judicial, producto de una alarma social. Hace tiempo que, no solo yo, si no muchos de mis compañeros de profesión y del sistema judicial, e incluso algunas instituciones del Estado, venimos argumentando que la Ley Contra la Violencia de Género tiene unas hechuras que difícilmente casan con la Constitución o con los principios más elementales del Derecho Penal; como lo son el de igualdad o el de presunción de inocencia, base fundamental del mismo. De hecho, han sido presentadas por diferentes jueces, más de ciento sesenta cuestiones de inconstitucionalidad contra la misma; cosa que no recuerdo que ninguna otra ley haya suscitado tantas. Y te significo, que al igual que siempre he tratado de daros a entender que el error judicial es fundamentalmente producto de las limitaciones humanas, al tener que analizar y decidir sobre complejos conflictos entre personas, de visiones subjetivas y declaraciones interesadas, cuando no, falsas, te recuerdo también que mi afición al sentido de lo justo, como tú bien sabes, es lo que me inclinó a estudiar Derecho; y, según tal percepción, la elaboración de esta Ley, más que a fundamentos doctrinales jurídicos de justicia, obedece a motivaciones de interés político. Y más concretamente, a las directrices de la torticera ideología de género que se ha impuesto en nuestra sociedad.
-Creo que las penurias de tu caso te lleva a la exageración -le espetó Germán con convicción categórica-; algo hay que hacer, te repito, para detener tanto atropello contra la mujer. Y, por otra parte, estoy seguro que tu caso se resolverá favorablemente a tus pretensiones, cuando se celebre el juicio. Entonces, podrás pedir incluso daños y perjuicios a tu esposa, por la infamia vertida en tu contra.
-Está visto que no cambiarás nunca -le contestó Pepe Luis-; siempre has creído en el buen corazón de las personas y aún más en los progresos institucionales de nuestra civilización, sobre todo en materia de Derechos Humanos. Desgraciadamente, en el ejercicio de la abogacía me ha tocado ver de todo, como se suele decir, y no siempre bonito, a pesar de los bellos enunciados programáticos de los tratados internacionales. Ello me ha conducido a dudar seriamente de que vayamos a dejar a nuestros hijos un mundo mejor del que nos dejaron nuestros padres. En lo relativo a mi caso, por ejemplo, te explicaré que su resultado no será tan idílico como lo imaginas. Primero, porque la pena ya me la han impuesto, y sin ser culpable de nada -recalcó-; ya que para cuando se celebre mi juicio yo llevaré más de un año alejado de mi hogar y de mis hijos; y, éstos, lo habrán pasado conviviendo con un extraño en el puesto de su padre: el amante de mi mujer; quién, para ser capaz de aprovecharse de tales manejos, ya puedes imaginar la calaña ética de baja estofa que alberga en su personalidad; ¿Cómo se puede casar semejante hecho con el pretendido bien del menor, que supuestamente persigue la ley?. ¿De verdad tu crees que resulta beneficioso para mis hijos, así como un buen ejemplo para ellos, convivir en mi casa con una madre adúltera y su depravado mancebo?. El día de mañana, mis hijas habrán aprendido que el adulterio es un buen negocio, antes que una rotura impune del contrato de matrimonio, un engaño o una irresponsabilidad hacía los hijos; ¿no crees?. Y mi hijo, habrá aprendido que el matrimonio tan solo puede aportarle desgracia e injusticia. ¿En esto se cifra el pretendido bien del menor?. Y luego nos extrañamos de que nuestros hijos tengan cada vez más acusados problemas psico-emocionales…
- Y -continuó diciendo Pepe- además no es tan sencillo conseguir la absolución por la denuncia de malos tratos; ya que hay más de una sentencia del Tribunal Supremo apuntando que “por ser los maltratos unos hechos que acontecen en la intimidad del hogar, en ausencia de testigos, se impone la necesidad de considerar como prueba la simple denuncia de la víctima”. Es decir; en estos casos se ha invertido el sentido de la prueba: en lugar del derecho a que prueben tu culpabilidad, has de luchar por demostrar tu inocencia, lo cuál constituye una verdadera aberración jurídica. Aunque también he de decir que alrededor del noventa por ciento de las acusaciones por malos tratos, según mis cálculos, resultan sobreseídas por falta de pruebas; lo que indica que todavía hay muchos jueces que saben lo que significa impartir justicia, a pesar de la presión social reinante en su contra.
- Pero, continuando con el hilo de la cuestión -prosiguió-, aún en el caso de conseguir mi absolución, resultaría capcioso demandar a mi esposa por difamación, ya que numerosa jurisprudencia al respecto afirma que “el que no se hayan podido demostrar los malos tratos, no significa que la denunciante haya mentido o que tales malos tratos no se hayan dado realmente”; con tal duda “razonable”, por inusitada que pueda parecer, habitualmente basta para denegar la condena de la calumniadora. Lo cuál, se traduce también en la práctica improbabilidad de que pueda recuperar la custodia de mis hijos y la paz de mi hogar; ya que para entonces el divorcio será un hecho consumado, con la posesión de la custodia en favor de la madre, y con mis hijos en sus manos durante el largo tiempo de algo más de un año; suficiente como para poderles “comer el coco” en mi contra (a lo que técnicamente se le denomina Síndrome de Alienación Parental), con la colaboración de su amoroso mancebo; cosa que tampoco les resultará difícil, cuando mis hijos ven cómo la “justicia” de los adultos les ampara y contemplan a diario un linchamiento mediático en contra del supuesto “maltratador”, que causa pavor.
-Que conste que tengo claro -se defendió Germán, visiblemente incrédulo- que el entendido en leyes y jurisprudencia eres tú. Ni es la tuya mi profesión, ni tengo realmente conocimientos eruditos en la materia. Pero el sentido común me dice que estás exagerando; o, tan afectado, que desgraciadamente se te ha ido la chaveta y todo lo ves más negro que el sobaco de un grillo; porque si el asunto fuere como lo pintas, no es posible que en una democracia como la nuestra los medios de comunicación callasen tales injurias. ¡Pero, hombre; por Dios!, que vivimos en una sociedad libre y con libertad de expresión… ¡Que estos no son los tiempos de Franco!
Al tiempo que Pepe movía la cabeza de lado a lado con actitud resignada de incomprensión manifiesta, y levantaba su vaso para sorber un largo trago de vino en el que ahogar sus penas, El Culebra, el dueño del bar, que había estado siguiendo nuestra conversación al tiempo que restregaba la barra con su bayeta y fregaba la vajilla acumulada en la pila, terció llanamente diciendo:
- Pues yo, después de lo que la pasao a Gregorio, el hijo de la tía Matilde y el tío Perico, sí que me creo to lo que está contando éste -señalando a Pepe-. El Goyo, hizo la tontuna de casarse con una mujer que conoció en un puticlub; y ahora ella sa quedao en la casa que heredó él de sus padres, viviendo con la hija de los dos; y él sa pasao tres meses en la cárcel por decirle de to a la jueza durante el juicio. Después de estar años engañándole con to el que quería, cosa que nadie nos atrevíamos a decirle por vergüenza al pobe Goyo, encima le denunció por malos tratos; y resulta que cuando la descubrió en la cama con un moro en su casa, con la hija en la habitación de al lado, casi fue éste el que le mata a él de un garrotazo. Y, ¡ya ves tú!; ¡el Goyo!, que con to lo grande que es, en su vida sa metio con naide… Pero en el juicio, pa mí que no se podía creer na de lo que le estaba pasando y se lió a voces con tos. Y ninguno en el pueblo, ni tan siquiera el alcalde, se atrevió a defenderle, tal como están los tiempos. Después de salir de la cárcel, sa pasao un año con orden de alejamiento y sin poder pisar el pueblo. Ahora vive en medio del campo, en poco menos que una chabola, sin agua corriente, ni luz, y ha tenio que pagar tos los atrasos que le debía a su “ex” a base de descargar mercancías en el mercao. Bueno..; y a ella, pa colmo, hasta le dieron un trabajo en el Ayuntamiento por ser mujer maltratá. Y ahí sigue…, sacando incluso aún toavía más dinero de sus amantes de turno.
- Yo, que soy mujer, -dijo Marina- no me extrañan la cantidad de mujeres asesinadas que se están dando, porque no son los primeros casos similares que oigo. Y si a mi me quitasen los hijos, y más en tales circunstancias, dudo que no se me pasara por la cabeza el cometer un disparate.
- Pues no andas muy desencaminada de la realidad, Marina, -le respondió Pepe- porque las estadísticas demuestran que en aquellos países donde la ideología de género se va imponiendo paulatinamente, crecen en igual medida los casos de violencia doméstica (mal denominada “de género” por los partidarios de tan aberrante ideología) y es donde se da el porcentaje más alto de víctimas femeninas. Y, en nuestro país, cuando se recogen firmas a favor de la custodia compartida de los hijos, son las mujeres quienes triplican la plasmación de sus rúbricas en comparación con las de los hombres; ya que en la mujer prima el sentimiento, y, además de madre, también es abuela, hermana, tía, sobrina, prima… y se conmueve más acusadamente del padecimiento e injusticia sufrida por sus varones queridos y los hijos de los mismos; niños a quienes en un alto porcentaje de casos acaban por no verlos más.
Yo, que soy también padre divorciado y afectado, seguía la conversación en silencio, confirmando internamente las aseveraciones de Pepe y admirándome de la incredulidad de Germán después de “todo lo que está cayendo”, como se suele decir. Pero, al igual que Pepe, estoy resignadamente acostumbrado a contemplar el incrédulo desconcierto de todos aquellos que, sin ser directamente afectados o no conocer algún ser querido próximo a ellos que lo sea, se limitan a repetir aquello que ven, escuchan y leen en los medios de comunicación, y a ignorar lo mucho que estos callan. Recuerdo que en la España de Franco cuando la televisión pregonaba un supuesto hecho “blanco”, en conformidad con las directrices impuestas por el Gobierno, los ciudadanos dábamos por sentado que era “negro”. Ahora, curiosamente, con unos medios de comunicación que, después de lo vivido, personalmente me parecen tan manipulados o más que entonces, la ciudadanía de buen corazón -como Germán-, situada al margen de éstas realidades estremecedoras, no son capaces de dar crédito a tales manipulaciones.
Mientras Germán permanecía removiéndose inquieto en el taburete sobre el que se apoyaba, sentado en él a media pierna e intentando digerir tan contradictorios sentimientos, por un lado de credibilidad hacía sus amigos de toda la vida, y, por el otro, de incredulidad ante hechos tan disparatados como a su sensibilidad se le ofrecían los relatos que estaba oyendo, se me ocurrió preguntarle a Pepe:
-¿Y tú qué crees que subyace en el fondo de toda esta manipulación social?. Realmente esto no tiene sentido. Si nuestros abuelos y abuelas levantasen la cabeza se morirían del espanto. ¿No crees?.
Desde luego -me contestó-. Yo no acierto a comprender tampoco a ciencia cierta lo que se esconde tras tanta crueldad injustificada por parte de las instituciones estatales. Hay quienes dicen que las motivaciones más profundas e iniciales parten de intereses oligárquicos en un afán de control mundial de la población; para reducir la natalidad y favorecer la manipulación de masas. Así, con medidas como las que nos está tocando padecer, se está destruyendo la familia. Se está creando una guerra de sexos que debilita a hombre y mujer (los sufridos litigantes de esa guerra artificial e impuesta), en beneficio de los manipuladores. Los hijos, al tener que trabajar ambos progenitores y el resto del tiempo pasarlo entretenidos en su privada pelea de divorcio, cada vez pasan más tiempo en la escuela a merced de la educación que imponen las directrices políticas, del que buena muestra de ello lo constituye la novedosa asignatura de “educación para la ciudadanía”, en lugar de amparados por el cuidado amoroso y protector de sus padres.
- El control de población, en su doble vertiente de natalidad y manipulación, no es un planteamiento baladí -continuó diciendo Pepe-; puesto que si analizamos desde tal prisma todas los objetivos que preconiza la ideología de género y que se están implantando paulatinamente, como son, además de los expuestos, el aborto, la eutanasia o el fomento de la homosexualidad y sus derechos, todo ello favorece la reducción de población y un mayor control de la misma, a base de: distorsionar la realidad, destruir de los valores éticos de nuestros ancestros y confundir a los ciudadanos hasta conseguir que el pensamiento único e inequívoco de la sociedad entera, sea el dictado por el Boletín Oficial del Estado en conformidad con directrices políticas del momento. Incluso, hasta las atrocidades del terrorismo parecen estar sirviendo de base para imponer un mayor control por medio de cámaras y artilugios técnicos de identificación personal, que parecen favorecer más a los intereses del vigilante que a la protección de los vigilados. Están inexplicablemente dando importancia tan solo a unas determinadas formas de violencia, con preferencia a otras muchas que también existen y que no son menos dañinas en número de víctimas; como son: la ejercida contra niños, ancianos o incluso la de la mujer contra el hombre, de la que estudios serios dicen que es tan cuantiosa, en porcentaje, como la ejercida en sentido contrario. A través de fomentar entre las gentes de bien los temores que en cada momento más interesa, se consigue desarrollar odios y movimientos sociales a conveniencia del manipulador de turno; no es un invento nuevo, ya lo plasmó así George Orwell en su novela 1.984.
Concluí para mis adentros que, aunque con tintes de paranoia, las palabras de mi amigo daban qué pensar. Analizando la realidad presente, la lucha por los nuevos derechos de la mujer hace tiempo que se acabó. La mujer, hoy día, tiene las mismas opciones que el hombre, o incluso más, gracias a las imposiciones de la mal denominada “discriminación positiva”, cuando en realidad debería llamarse “discriminación masculina”. Indagando en la ideología de género, que le niega a la madre hasta el concepto mismo de ejercicio de la maternidad, se concluye que nada tiene que ver con la defensa de la mujer ni con el feminismo de equidad, aunque lo disimulen denominándolo eufemísticamente como “feminismo radical de género”. Sus verdaderas pretensiones son más bien el imponer en la sociedad una sexualidad polimorfa perversa natural -como sus ideólogos pregonan- sin tener definidos claramente sus últimos fines y alcances, puesto que cada día se inventan unos nuevos; y aún menos los intereses ocultos de quienes manejan los hilos escondidos en la sombra. Una verdadera guerra cultural; en suma. Toda una revolución social, con unos planteamientos simplistas y sirviéndose de una manipulación mediática, cuya trascendencia conceptual es difícil de abarcar; y, aún menos, sus perspectivas y consecuencias.
Después de éste debate, ese día me dormí formulándome la pregunta que le da título: ¿resulta más correcto denominar a semejante panorama, violencia de género; o, más apropiadamente, violencia de Estado…?. He aquí el gran dilema de mi primer cuento de ficción.
Nos conocemos desde la infancia y, en nuestra juventud, resultaban notorias las tertulias estivales nocturnas que manteníamos junto con otros amigos en los bancos de la plaza; con disquisiciones de cómo arreglar un mundo, ese que no parece tener solución. Un mundo, en el que los problemas humanos de antaño, que entonces conmovían nuestra sensibilidad, dan la sensación de verse incluso empequeñecidos por lo nuevos del presente, sin saber a ciencia cierta si humanamente progresamos a insignificante paso de tortuga o, aún peor, realmente nos desplazamos hacia atrás como el cangrejo.
Germán, después de terminar su carrera de ingeniero agrícola, partió a otras tierras por servidumbres de su profesión, donde se estableció y formó familia. Desde entonces, nos visita esporádicamente con motivo de sus vacaciones. Es un hombre que pareciendo algo rudo en sus ademanes, así como esgrimiendo argumentaciones fundamentadas en una lógica pragmática, alberga un corazón sensible y pleno de nobles sentimientos capaz de conmoverse por el sufrimiento de una mosca. Su esposa, Marina, es una mujer de ademanes naturales y sencillos, engalanados permanentemente por una eterna y dulce sonrisa. Ninguno de ambos parece pedirle a la vida más de lo que ésta les puede dar y es por lo que caminan juntos por ella con una placidez que causa admiración.
En tales tesituras, aterrizamos en la bodega de “El culebra”; quién regenta un establecimiento que heredó de su homónimo padre, muy popular entre la gente sencilla del lugar. Allí, pegado a la barra, cuál lapa a la roca, se encontraba visiblemente abatido Pepe, otro amigo de nuestras correrías juveniles de antaño; abogado de profesión, con el que mantengo últimamente mayor contacto, puesto que lleva ya alrededor de cinco meses viviendo nuevamente en el pueblo en casa de sus padres. Anteriormente residía en la capital, a cuarenta kilómetros de distancia, donde tenía abierto un despacho en su propio domicilio que le proporcionaba unos desahogados ingresos.
De él salió esposado, por una denuncia de malos tratos.
La alegría desenfadada, que tradicionalmente le acompañaban, se ve ahora trastocada por una triste amargura que trasluce por sus ojos; una impotencia sorda le carcome el alma; y los amigos no sabemos qué hacer ya para mitigar su dolor e intentar distraerle de tan obsesiva fijación.
-ya ves -se lamenta hasta la saciedad en nuestros frecuentes encuentros- estudié Derecho creyendo en la justicia y ahora me veo aniquilado por la injusticia de la Justicia.
Y, ciertamente, con anterioridad a su serio percance personal, era costumbre en él defender con pasión y arrebato la lógica de lo justo; disculpando los errores leguleyos como mal menor necesario e inevitable, “por ser propio -decía- de la condición humana de sus protagonistas”.
Después de los inexcusables saludos entre ambos, preguntándose por vida y milagros, Germán y Marina no pudieron menos que mostrar su sincera condolencia por las recientes desgracias de nuestro común amigo. Y realmente, no era para menos; Pepe se encontró un viernes tarde con la sorpresa de ser esposado inesperadamente por la policía en su domicilio y en presencia de sus hijos, por una falsa denuncia de malos tratos formulada contra él por su mujer. Germán y yo, conociéndole como largamente le conocemos, albergamos plena convicción en la veracidad de su inocencia.
“En el calabozo pasé dos días y medio -nos contó- rodeado de otros presuntos delincuentes, por no decir otras víctimas -agregaba en su desesperación- en vista de la injusticia de mi propio caso. El lunes por la mañana, comparecí ante una jueza, de los juzgados de violencia de género, que sin siquiera atender mis cuitas y razones dictaminó contra mi una orden de alejamiento preventiva que no me permite acercarme a una distancia menor de quinientos metros de mi domicilio; sin poder, además, ver a mis hijos y ni siquiera comunicarme telefónicamente con ellos. Han tenido que ser mis hermanos quienes hicieron el traslado de mis archivos desde el despacho de mi hogar, casa que me donaron mis padres cuando todavía era soltero, hasta el domicilio de ellos aquí en el pueblo, alejado de mis clientes habituales; viéndome afectado desde entonces por una depresión aplastante, que pesa sobre mi ánimo como una losa y que prácticamente imposibilita mi trabajo conduciéndome a no dar pie con bola. Pero no acabando aquí mis desventuras, me he enterado después, por amigos comunes, que antes de una semana mi mujer ya había introducido en mi casa, con mis hijos, con los que ahora me impiden hablar, y en mi misma cama, al amante con el que mantenía relaciones desde hace más de un año; cosa que, yo, también desconocía”.
Marina le escuchaba conmovida y Germán abría unos ojos como platos; no fruncía pestaña y sus oídos no perdían una sola sílaba.
-¡Pobriños, tus hijos! -exclamó Marina, con su deje norteño-. Parece mentira que haya mujeres capaces de tanta maldad. Para dos días que vamos a estar en este mundo, ¿cómo es posible infligir tanto daño?
-Cuando prima el sentimiento -medié, yo- la naturaleza humana no parece conocer límites. Contra ello ha luchado tradicionalmente el Derecho Penal: contra los excesos del sentimiento. Sentimientos de odio, rencor, pasión, venganza, desamor, adulterio, etc. que causan estragos. Pero ahora parece haberse invertido la tortilla; ya que, a la postre, cierta Justicia parece primar el engaño sentimental, cuando es femenino, largando al esposo a una siniestra alcantarilla de indignidad, despojo e infortunio.
-Me dejas de piedra -atinó a decirle el compasivo Gervasio a Pepe, después de unos minutos de compungido desconcierto- y parece mentira que la Justicia pueda cometer errores semejantes. Pero como tú tanto nos comentabas antaño -agregó, con intención de consuelo- yo creo que tu caso no deja de ser un triste error técnico propio de la naturaleza humana de quién dictó tu sentencia. Cosa, que tampoco es muy de extrañar después de la patente alarma social que están causando los abundantes casos de malos tratos hacía la mujer en nuestra sociedad. Date cuenta que prácticamente no pasa día sin que la televisión o los periódicos no ofrezcan noticia sobre una repugnante tropelía de éste tipo. De alguna manera se ha de parar el enorme número de víctimas femeninas que se dan por año. Y no solo hablo de muertas; si no también de la cantidad de palizas o abusos psicológicos de los que la mujer continúa siendo objeto.
-Mira, Germán -le contestó Pepe descorazonado y con el abatido desencanto de quién ha largo tiempo que lleva pregonando las mismas razones con la sensación de hacerlo en pleno desierto- agradezco la intención de tus palabras porque nos conocemos tanto como para saber que solo pretendes consolarme y animarme; y soy consciente, además, de que no estás realmente enterado de la triste realidad presente, puesto que afortunadamente no eres uno de los afectados, como yo, ni tu profesión implica ser un entendido en leyes o jurisprudencias. Pero has de saber que mi caso es algo más grave que un simple error judicial, producto de una alarma social. Hace tiempo que, no solo yo, si no muchos de mis compañeros de profesión y del sistema judicial, e incluso algunas instituciones del Estado, venimos argumentando que la Ley Contra la Violencia de Género tiene unas hechuras que difícilmente casan con la Constitución o con los principios más elementales del Derecho Penal; como lo son el de igualdad o el de presunción de inocencia, base fundamental del mismo. De hecho, han sido presentadas por diferentes jueces, más de ciento sesenta cuestiones de inconstitucionalidad contra la misma; cosa que no recuerdo que ninguna otra ley haya suscitado tantas. Y te significo, que al igual que siempre he tratado de daros a entender que el error judicial es fundamentalmente producto de las limitaciones humanas, al tener que analizar y decidir sobre complejos conflictos entre personas, de visiones subjetivas y declaraciones interesadas, cuando no, falsas, te recuerdo también que mi afición al sentido de lo justo, como tú bien sabes, es lo que me inclinó a estudiar Derecho; y, según tal percepción, la elaboración de esta Ley, más que a fundamentos doctrinales jurídicos de justicia, obedece a motivaciones de interés político. Y más concretamente, a las directrices de la torticera ideología de género que se ha impuesto en nuestra sociedad.
-Creo que las penurias de tu caso te lleva a la exageración -le espetó Germán con convicción categórica-; algo hay que hacer, te repito, para detener tanto atropello contra la mujer. Y, por otra parte, estoy seguro que tu caso se resolverá favorablemente a tus pretensiones, cuando se celebre el juicio. Entonces, podrás pedir incluso daños y perjuicios a tu esposa, por la infamia vertida en tu contra.
-Está visto que no cambiarás nunca -le contestó Pepe Luis-; siempre has creído en el buen corazón de las personas y aún más en los progresos institucionales de nuestra civilización, sobre todo en materia de Derechos Humanos. Desgraciadamente, en el ejercicio de la abogacía me ha tocado ver de todo, como se suele decir, y no siempre bonito, a pesar de los bellos enunciados programáticos de los tratados internacionales. Ello me ha conducido a dudar seriamente de que vayamos a dejar a nuestros hijos un mundo mejor del que nos dejaron nuestros padres. En lo relativo a mi caso, por ejemplo, te explicaré que su resultado no será tan idílico como lo imaginas. Primero, porque la pena ya me la han impuesto, y sin ser culpable de nada -recalcó-; ya que para cuando se celebre mi juicio yo llevaré más de un año alejado de mi hogar y de mis hijos; y, éstos, lo habrán pasado conviviendo con un extraño en el puesto de su padre: el amante de mi mujer; quién, para ser capaz de aprovecharse de tales manejos, ya puedes imaginar la calaña ética de baja estofa que alberga en su personalidad; ¿Cómo se puede casar semejante hecho con el pretendido bien del menor, que supuestamente persigue la ley?. ¿De verdad tu crees que resulta beneficioso para mis hijos, así como un buen ejemplo para ellos, convivir en mi casa con una madre adúltera y su depravado mancebo?. El día de mañana, mis hijas habrán aprendido que el adulterio es un buen negocio, antes que una rotura impune del contrato de matrimonio, un engaño o una irresponsabilidad hacía los hijos; ¿no crees?. Y mi hijo, habrá aprendido que el matrimonio tan solo puede aportarle desgracia e injusticia. ¿En esto se cifra el pretendido bien del menor?. Y luego nos extrañamos de que nuestros hijos tengan cada vez más acusados problemas psico-emocionales…
- Y -continuó diciendo Pepe- además no es tan sencillo conseguir la absolución por la denuncia de malos tratos; ya que hay más de una sentencia del Tribunal Supremo apuntando que “por ser los maltratos unos hechos que acontecen en la intimidad del hogar, en ausencia de testigos, se impone la necesidad de considerar como prueba la simple denuncia de la víctima”. Es decir; en estos casos se ha invertido el sentido de la prueba: en lugar del derecho a que prueben tu culpabilidad, has de luchar por demostrar tu inocencia, lo cuál constituye una verdadera aberración jurídica. Aunque también he de decir que alrededor del noventa por ciento de las acusaciones por malos tratos, según mis cálculos, resultan sobreseídas por falta de pruebas; lo que indica que todavía hay muchos jueces que saben lo que significa impartir justicia, a pesar de la presión social reinante en su contra.
- Pero, continuando con el hilo de la cuestión -prosiguió-, aún en el caso de conseguir mi absolución, resultaría capcioso demandar a mi esposa por difamación, ya que numerosa jurisprudencia al respecto afirma que “el que no se hayan podido demostrar los malos tratos, no significa que la denunciante haya mentido o que tales malos tratos no se hayan dado realmente”; con tal duda “razonable”, por inusitada que pueda parecer, habitualmente basta para denegar la condena de la calumniadora. Lo cuál, se traduce también en la práctica improbabilidad de que pueda recuperar la custodia de mis hijos y la paz de mi hogar; ya que para entonces el divorcio será un hecho consumado, con la posesión de la custodia en favor de la madre, y con mis hijos en sus manos durante el largo tiempo de algo más de un año; suficiente como para poderles “comer el coco” en mi contra (a lo que técnicamente se le denomina Síndrome de Alienación Parental), con la colaboración de su amoroso mancebo; cosa que tampoco les resultará difícil, cuando mis hijos ven cómo la “justicia” de los adultos les ampara y contemplan a diario un linchamiento mediático en contra del supuesto “maltratador”, que causa pavor.
-Que conste que tengo claro -se defendió Germán, visiblemente incrédulo- que el entendido en leyes y jurisprudencia eres tú. Ni es la tuya mi profesión, ni tengo realmente conocimientos eruditos en la materia. Pero el sentido común me dice que estás exagerando; o, tan afectado, que desgraciadamente se te ha ido la chaveta y todo lo ves más negro que el sobaco de un grillo; porque si el asunto fuere como lo pintas, no es posible que en una democracia como la nuestra los medios de comunicación callasen tales injurias. ¡Pero, hombre; por Dios!, que vivimos en una sociedad libre y con libertad de expresión… ¡Que estos no son los tiempos de Franco!
Al tiempo que Pepe movía la cabeza de lado a lado con actitud resignada de incomprensión manifiesta, y levantaba su vaso para sorber un largo trago de vino en el que ahogar sus penas, El Culebra, el dueño del bar, que había estado siguiendo nuestra conversación al tiempo que restregaba la barra con su bayeta y fregaba la vajilla acumulada en la pila, terció llanamente diciendo:
- Pues yo, después de lo que la pasao a Gregorio, el hijo de la tía Matilde y el tío Perico, sí que me creo to lo que está contando éste -señalando a Pepe-. El Goyo, hizo la tontuna de casarse con una mujer que conoció en un puticlub; y ahora ella sa quedao en la casa que heredó él de sus padres, viviendo con la hija de los dos; y él sa pasao tres meses en la cárcel por decirle de to a la jueza durante el juicio. Después de estar años engañándole con to el que quería, cosa que nadie nos atrevíamos a decirle por vergüenza al pobe Goyo, encima le denunció por malos tratos; y resulta que cuando la descubrió en la cama con un moro en su casa, con la hija en la habitación de al lado, casi fue éste el que le mata a él de un garrotazo. Y, ¡ya ves tú!; ¡el Goyo!, que con to lo grande que es, en su vida sa metio con naide… Pero en el juicio, pa mí que no se podía creer na de lo que le estaba pasando y se lió a voces con tos. Y ninguno en el pueblo, ni tan siquiera el alcalde, se atrevió a defenderle, tal como están los tiempos. Después de salir de la cárcel, sa pasao un año con orden de alejamiento y sin poder pisar el pueblo. Ahora vive en medio del campo, en poco menos que una chabola, sin agua corriente, ni luz, y ha tenio que pagar tos los atrasos que le debía a su “ex” a base de descargar mercancías en el mercao. Bueno..; y a ella, pa colmo, hasta le dieron un trabajo en el Ayuntamiento por ser mujer maltratá. Y ahí sigue…, sacando incluso aún toavía más dinero de sus amantes de turno.
- Yo, que soy mujer, -dijo Marina- no me extrañan la cantidad de mujeres asesinadas que se están dando, porque no son los primeros casos similares que oigo. Y si a mi me quitasen los hijos, y más en tales circunstancias, dudo que no se me pasara por la cabeza el cometer un disparate.
- Pues no andas muy desencaminada de la realidad, Marina, -le respondió Pepe- porque las estadísticas demuestran que en aquellos países donde la ideología de género se va imponiendo paulatinamente, crecen en igual medida los casos de violencia doméstica (mal denominada “de género” por los partidarios de tan aberrante ideología) y es donde se da el porcentaje más alto de víctimas femeninas. Y, en nuestro país, cuando se recogen firmas a favor de la custodia compartida de los hijos, son las mujeres quienes triplican la plasmación de sus rúbricas en comparación con las de los hombres; ya que en la mujer prima el sentimiento, y, además de madre, también es abuela, hermana, tía, sobrina, prima… y se conmueve más acusadamente del padecimiento e injusticia sufrida por sus varones queridos y los hijos de los mismos; niños a quienes en un alto porcentaje de casos acaban por no verlos más.
Yo, que soy también padre divorciado y afectado, seguía la conversación en silencio, confirmando internamente las aseveraciones de Pepe y admirándome de la incredulidad de Germán después de “todo lo que está cayendo”, como se suele decir. Pero, al igual que Pepe, estoy resignadamente acostumbrado a contemplar el incrédulo desconcierto de todos aquellos que, sin ser directamente afectados o no conocer algún ser querido próximo a ellos que lo sea, se limitan a repetir aquello que ven, escuchan y leen en los medios de comunicación, y a ignorar lo mucho que estos callan. Recuerdo que en la España de Franco cuando la televisión pregonaba un supuesto hecho “blanco”, en conformidad con las directrices impuestas por el Gobierno, los ciudadanos dábamos por sentado que era “negro”. Ahora, curiosamente, con unos medios de comunicación que, después de lo vivido, personalmente me parecen tan manipulados o más que entonces, la ciudadanía de buen corazón -como Germán-, situada al margen de éstas realidades estremecedoras, no son capaces de dar crédito a tales manipulaciones.
Mientras Germán permanecía removiéndose inquieto en el taburete sobre el que se apoyaba, sentado en él a media pierna e intentando digerir tan contradictorios sentimientos, por un lado de credibilidad hacía sus amigos de toda la vida, y, por el otro, de incredulidad ante hechos tan disparatados como a su sensibilidad se le ofrecían los relatos que estaba oyendo, se me ocurrió preguntarle a Pepe:
-¿Y tú qué crees que subyace en el fondo de toda esta manipulación social?. Realmente esto no tiene sentido. Si nuestros abuelos y abuelas levantasen la cabeza se morirían del espanto. ¿No crees?.
Desde luego -me contestó-. Yo no acierto a comprender tampoco a ciencia cierta lo que se esconde tras tanta crueldad injustificada por parte de las instituciones estatales. Hay quienes dicen que las motivaciones más profundas e iniciales parten de intereses oligárquicos en un afán de control mundial de la población; para reducir la natalidad y favorecer la manipulación de masas. Así, con medidas como las que nos está tocando padecer, se está destruyendo la familia. Se está creando una guerra de sexos que debilita a hombre y mujer (los sufridos litigantes de esa guerra artificial e impuesta), en beneficio de los manipuladores. Los hijos, al tener que trabajar ambos progenitores y el resto del tiempo pasarlo entretenidos en su privada pelea de divorcio, cada vez pasan más tiempo en la escuela a merced de la educación que imponen las directrices políticas, del que buena muestra de ello lo constituye la novedosa asignatura de “educación para la ciudadanía”, en lugar de amparados por el cuidado amoroso y protector de sus padres.
- El control de población, en su doble vertiente de natalidad y manipulación, no es un planteamiento baladí -continuó diciendo Pepe-; puesto que si analizamos desde tal prisma todas los objetivos que preconiza la ideología de género y que se están implantando paulatinamente, como son, además de los expuestos, el aborto, la eutanasia o el fomento de la homosexualidad y sus derechos, todo ello favorece la reducción de población y un mayor control de la misma, a base de: distorsionar la realidad, destruir de los valores éticos de nuestros ancestros y confundir a los ciudadanos hasta conseguir que el pensamiento único e inequívoco de la sociedad entera, sea el dictado por el Boletín Oficial del Estado en conformidad con directrices políticas del momento. Incluso, hasta las atrocidades del terrorismo parecen estar sirviendo de base para imponer un mayor control por medio de cámaras y artilugios técnicos de identificación personal, que parecen favorecer más a los intereses del vigilante que a la protección de los vigilados. Están inexplicablemente dando importancia tan solo a unas determinadas formas de violencia, con preferencia a otras muchas que también existen y que no son menos dañinas en número de víctimas; como son: la ejercida contra niños, ancianos o incluso la de la mujer contra el hombre, de la que estudios serios dicen que es tan cuantiosa, en porcentaje, como la ejercida en sentido contrario. A través de fomentar entre las gentes de bien los temores que en cada momento más interesa, se consigue desarrollar odios y movimientos sociales a conveniencia del manipulador de turno; no es un invento nuevo, ya lo plasmó así George Orwell en su novela 1.984.
Concluí para mis adentros que, aunque con tintes de paranoia, las palabras de mi amigo daban qué pensar. Analizando la realidad presente, la lucha por los nuevos derechos de la mujer hace tiempo que se acabó. La mujer, hoy día, tiene las mismas opciones que el hombre, o incluso más, gracias a las imposiciones de la mal denominada “discriminación positiva”, cuando en realidad debería llamarse “discriminación masculina”. Indagando en la ideología de género, que le niega a la madre hasta el concepto mismo de ejercicio de la maternidad, se concluye que nada tiene que ver con la defensa de la mujer ni con el feminismo de equidad, aunque lo disimulen denominándolo eufemísticamente como “feminismo radical de género”. Sus verdaderas pretensiones son más bien el imponer en la sociedad una sexualidad polimorfa perversa natural -como sus ideólogos pregonan- sin tener definidos claramente sus últimos fines y alcances, puesto que cada día se inventan unos nuevos; y aún menos los intereses ocultos de quienes manejan los hilos escondidos en la sombra. Una verdadera guerra cultural; en suma. Toda una revolución social, con unos planteamientos simplistas y sirviéndose de una manipulación mediática, cuya trascendencia conceptual es difícil de abarcar; y, aún menos, sus perspectivas y consecuencias.
Después de éste debate, ese día me dormí formulándome la pregunta que le da título: ¿resulta más correcto denominar a semejante panorama, violencia de género; o, más apropiadamente, violencia de Estado…?. He aquí el gran dilema de mi primer cuento de ficción.
La Audiencia confirma la retirada de custodia a una madre por negar a su hija ver al padre
Tribunales.- La Audiencia confirma la retirada de custodia a una madre por negar a su hija ver al padre
La Audiencia Provincial de Sevilla ha confirmado íntegramente la sentencia de un juzgado de Familia que decidió retirar la custodia de una niña a su madre porque de manera "reiterada" privaba a la menor de ver a su padre, hacia quien, según explicaba la resolución inicial, siente un "odio visceral" que ha reconducido a través de la propia niña.
SEVILLA, 23 (EUROPA PRESS)La Audiencia Provincial de Sevilla ha confirmado íntegramente la sentencia de un juzgado de Familia que decidió retirar la custodia de una niña a su madre porque de manera "reiterada" privaba a la menor de ver a su padre, hacia quien, según explicaba la resolución inicial, siente un "odio visceral" que ha reconducido a través de la propia niña.En la sentencia, a la que tuvo acceso Europa Press, la Sección Segunda de la Audiencia sevillana recoge que la situación emocional de "desequilibrio y frustración" de la madre ha derivado en una "actitud obstruccionista y sistemáticamente incumplidora" de la obligación de hacer posible el régimen de visitas, por lo que los magistrados han decidido confirman la guarda y custodia de la menor en favor del padre.En la sentencia de primera instancia, el juez de Familia Francisco Serrano explicaba que dicha madre evidenció su incapacidad para mantener la custodia, "causando un perjuicio y victimización a su hija", a quien había privado de su derecho de contactar con su padre y hermanos mayores "haciendo oídos sordos de los requerimientos y advertencias judiciales".El juez entendía que ha quedado "más que de manifiesto" la predisposición de la citada mujer a "no permitir y poner todo tipo de trabas a que su hija pueda tener una sana y saludable relación con su padre y hermanos".La sentencia ponía de manifiesto que se demostró que el progenitor que solicita la custodia tiene una capacidad acreditada para hacerse cargo de la pequeña "desde el instante en que la niña ha tenido una rápida y positiva integración en el núcleo familiar paterno", donde se encuentra "en un clima familiar adecuado, estable y seguro". Con el cambio de domicilio la niña, además, "no tendrá que cambiar de colegio ni de entorno de convivencia".Por todo ello, el juez indicó que existían entonces, y así se ha confirmado ahora, los requisitos necesarios para el cambio de guardia y custodia propuesto por el demandante, si bien la madre podrá ver a la menor en fines de semanas alternos y la mitad de las vacaciones. Finalmente, entiende el magistrado que "a la vista de la conflictividad existente entre ambos progenitores, sería conveniente que se sometieran voluntariamente a un proceso terapéutico".VALORACIÓN "POSITIVA"En declaraciones a Europa Press, el letrado que representa los intereses del padre de la menor, Francisco Antonio Moreno Bautista, ha valorado la sentencia de forma "muy positiva" porque hace "responsable" a la madre de la niña de la "imposibilidad" que tenía el padre de relacionarse con su hija.En este sentido, explicó que la Audiencia ha estimado que la madre "tenía una actitud obstruccionista e incumplidora" que "no hacía posible" el cumplimiento del régimen de su visitas que tenía su cliente antes de obtener la custodia de la pequeña.
Cuando la mujer es quien maltrata ¿podemos hablar de violencia de género?
http://violencia-iecs.blogspot.com/2009/04/cuando-la-mujer-es-quien-maltrata.html
Según datos del Instituto de la Mujer, referidos al año 2007, un total 10.902 hombres denunciaron ser víctimas de violencia por sus parejas o ex parejas en España frente a 63.347 mujeres. Ese mismo año, no se encuentran datos de muertes de hombres a manos de sus parejas pero, un año antes, según información del Ministerio de Interior, la cifra ascendía 12 hombres frente a 54 mujeres.A ello, se añade que "por vergüenza, muchos hombres silencian esta situación", según afirma María de las Mercedes Patón, directora de Patón & Asociados, único despacho de abogados de toda España especializado en la defensa de hombres maltratados. "Son sus familias quien lo denuncian", señala."En el último año hemos recibido cerca de 100 casos, siendo el maltrato psicológico el más frecuente. El físico no se da tanto en estos casos, aunque también hemos tenido un caso", señala María de las Mercedes Patón."Cuando la víctima es un hombre se encuentra desprotegido. Las denuncias pasan por un Juzgado de Instrucción como si fuese una simple pelea entre vecinos, llegando a poder quedarse en una falta leve, mientras que al contrario se califica de delito de inmediato", concluye.¿Violencia de género?Según la RAE, el género puede ser femenino, masculino o neutro. Sin embargo, la Ley Integral contra la Violencia de Género, creada en 2004, tipifica este tipo de delito como aquel en el que la víctima es necesariamente una mujer. Desde la Federación de Mujeres Progresistas, Covadonga Naredo, directora del Área de Violencia de Género, afirma que en el caso de la violencia de las mujeres hacia los hombres no puede considerarse violencia de género ya que "el hecho de que esta ley ampare a las mujeres se debe a las desigualdades existentes entre hombres y mujeres en nuestra sociedad", cosa que no ocurre en el caso contrario. "La violencia hacia los hombres existe, pero ni es de la misma naturaleza, ni se da en la misma medida. No se puede comparar".Falta de estudiosEn España, no existe ningún estudio que permita conocer las causas ni el alcance real de la violencia doméstica hacia los hombres. Sin embargo, desde los años 70, son muchos los informes extranjeros que han puesto de manifiesto su existencia.Uno de los más recientes acerca de la violencia doméstica en hombres y los mitos que la acompañan, elaborado por la American Journal of Preventive Medicine el año pasado, revelaba que no son pocos los hombres que padecen este hecho. De 400 entrevistas telefónicas, el 5% de los encuestados había experimentado violencia doméstica el año anterior, el 10% en los 5 años atrás y un 29% alguna vez en su vida.Por otro lado, el informe 111 recopiló datos de hasta 111 investigaciones bidireccionales, realizadas a nivel mundial en los últimos años, las cuales arrojan niveles similares de conflictividad para ambos sexos.
Equipo de Investigación.
Área Violencia Doméstica y Maltrato.
Instituto Europeo Campus Stellae.
dissabte, 18 d’abril del 2009
Exteriores tramita 84 casos de sustracción internacional de hijos
La resolución se complica si el país de destino no firmó el Convenio de La Haya
PERE RÍOS - Barcelona - 13/04/2009
PERE RÍOS - Barcelona - 13/04/2009
El Código Penal español define la sustracción de menores como "el traslado de un menor de su lugar de residencia sin consentimiento del progenitor con quien convivía habitualmente". Eso es lo que hizo Cesáreo García Sánchez el 6 de noviembre de 1988, cuando fue a buscar a su hija de tres años a Sotillo de la Adrada (Ávila) para que pasara la tarde con él y no la devolvió. Fue detenido hace unas semanas en México; acabó ante la justicia española, pero quedó en libertad. Sólo se le acusa de desobediencia, porque la ley penal no se puede aplicar de forma retroactiva si perjudica al acusado, como ocurre en este caso.
Hasta 2002 no era delito en España y se castigaba con una sanción económica
Y es que hasta la reforma del Código Penal de 2002 la sustracción de menores no se consideraba delito en España. Ahora se castiga con penas de dos a cuatro años de cárcel, pero hasta entonces sólo se penaba con una multa, que es lo que, a lo sumo, le ocurrirá a García. Posiblemente así se explica que decenas de padres o madres separados españoles se llevaran a los hijos a la otra punta del planeta, o de la Península, sin dar ninguna explicación al otro, que era quien tenía atribuida la custodia.
La historia de la hija de Cesáreo García tiene un final feliz, aunque tardío. No es un caso insólito. El Ministerio de Asuntos Exteriores tramita en la actualidad 84 casos de sustracción internacional de menores en los que uno de los progenitores, de nacionalidad española, reclama la mediación de la diplomacia para recuperar a sus hijos. Un portavoz ministerial explica que la mitad de estos casos presentan una solución relativamente sencilla, pues los niños sustraídos residen en países firmantes del Convenio de La Haya de 1980, suscrito para "garantizar la restitución inmediata de los menores trasladados o retenidos de manera ilícita en cualquier Estado contratante".
Si los niños se encuentran en algún país de la Unión Europea, su recuperación resulta todavía más rápida porque en los últimos años se han aprobado reglamentos que regulan el reconocimiento y ejecución de una sentencia en otro país miembro.
Si no es así, se complica más aún la resolución, y cuando ya presenta una gran dificultad es cuando los niños acaban en países con un sistema judicial y de valores sociales que nada tienen que ver con las occidentales. Es lo que le ocurrió a Leticia Moracho, madrileña de 49 años, que el pasado día 22 de marzo regresó a España con Sara, su hija de 11 años, secuestrada por su padre en Irak durante dos años y medio.
Él era técnico naval y se conocieron en Madrid. Siempre fueron pareja de hecho y cuando se acabó la relación la justicia le atribuyó a ella la custodia de la pequeña. En el otoño de 2006, el padre le pidió que le dejara llevar a la hija a Irak para que conociera a su familia. Ya no la volvió a ver más.
"Con la niña allí, falseó toda clase de documentos para dar apariencia de legalidad", explica Moracho en conversación telefónica desde Málaga, donde pasa unos días de vacaciones. "Ahora he descubierto que, oficialmente, yo estaba casada y empadronada en Bagdad desde 1994. Él puso como testigos a sus hermanos y coló", prosigue la madre, quien confiesa que ha pasado mucho miedo por el futuro de la niña. "Si la hubieran forzado a un matrimonio se habría convertido en iraquí, pero llegamos a tiempo".
El pasado verano, Moracho viajó a Basora y advirtió a la justicia y a las autoridades iraquíes del engaño. El hombre fue condenado a 14 años de cárcel, pero lo que deseaba la madre era recuperar a la hija. Al final medió directamente el ministro de Asuntos Exteriores, Miguel Ángel Moratinos, quien preparó una reunión con los más altos representantes de la diplomacia, el poder judicial y el Gobierno iraquí.
El ministerio se hizo cargo esta vez de todos los gastos del segundo viaje de Moracho y la policía de Irak la protegió a todas horas. "Allí demostré el engaño y fue lo peor que le pudo pasar a él". La legislación iraquí no concibe un matrimonio sin papeles y una hija de una pareja no casada. Después de devolver a la niña, la condena inicial le fue conmutada al padre por otra de cuatro días. Moracho ha recuperado a su hija, pero está en paro y ha perdido todos los ahorros que tenía, "70.000 euros y 30.000 dólares", detalla.
Multa de 45.900 euros por impedir que un padre vea a su hija
El artículo 225 bis del Código Penal también considera sustracción de menores "la retención de un menor incumpliendo gravemente el deber establecido por resolución judicial o administrativa". Por tanto, no hace falta que un progenitor se lleve al hijo a la otra punta del planeta para considerarlo delito, sino que bastaría que impidiera que el otro pudiera verlo durante los días que fija la sentencia de divorcio.
Sin embargo, los jcios a considerar delictiva esta actuación y archivan casi siempre las denuncias por sustracción de menores que presenta un progenitor contra otro por incumplimiento del régimen de visitas. "Es un error derivar a la jurisdicción penal estas discrepancias en el ejercicio de la custodia de menores", asegura José Luis Utrera, titular del Juzgado de Primera Instancia número 5 de Málaga, especializado en temas de familia. "Los miembros de la pareja tienen derecho a rehacer su vida en otra ciudad y lo que hay que velar es por el interés del niño", asegura. En las sentencias de divorcio que él dicta se especifica que los cambios de domicilio han de ser pactados y que, en caso de discrepancia, decidirá el juez.
Apartar a los niños
Pero el juez de familia tiene capacidad para actuar contra el pridad para actuar contra el progenitor que aparta a los niños del otro. Uno de esos casos lo sentenció el pasado 11 de enero el Juzgado de Primera Instancia número 22 de Madrid, que multó con 45.900 euros a una mujer por haber impedido que el padre viera al hijo durante dos años, viviendo ambos en la misma ciudad. El juez calculó la cantidad a razón de 600 euros por cada fin de semana y 200 euros por día de vacaciones que la niña no estuvo con el padre.
En otros casos, también excepcionales, la justicia ha sido contundente con el progenitor que se marcha a la otra punta de España con el niño para perjudicar al ex cónyuge. El Juzgado de Primera Instancia número 7 de Sevilla acordó el pasado 19 de enero desposeer a una madre de la custodia que tenía de su hijo de siete años y otorgárselo al padre porque la mujer se marchó a vivir a una aldea de la sierra madrileña.
El juez razona en su auto que todo el arraigo familiar y social del niño estaba en Sevilla, donde nació y se crió, y que nada justifica el traslado. Por eso, el juez considera que se ha colocado al menor en una situación de riesgo, pues ni siquiera está escolarizado y concluye que lo mejor para él es que el padre se haga cargo.
El 'caso Carrascosa' lleva dos años encallado
Uno de los casos que más repercusión mediática ha tenido en los últimos años es el de la valenciana María José Carrascosa, en prisión preventiva en Nueva Jersey desde noviembre de 2006 por haberse traído a España, en noviembre de 2004, a la hija que tuvo con Peter Innes, ciudadano norteamericano.
Desde entonces, la pareja se ha cruzado infinidad de denuncias judiciales y acusaciones, algunas de las cuales se demostraron falsas, de manera que el caso lleva casi dos años y medio encallado por una discusión sobre qué país es el competente para resolver el conflicto. El próximo 20 de abril se reunirán en La Haya jueces españoles y norteamericanos para intentar un acuerdo. Y es que, a pesar de que la pareja residió en Estados Unidos durante los cinco años que duró la relación, un juzgado de Valencia denegó la devolución de la niña el 6 de julio de 2005 al considerar que no existía sustracción de menores. Sin embargo, el Tribunal Superior de Nueva Jersey acordó cinco meses antes que la madre debía retornarla. Como no lo hizo, acabó en prisión.
"La niña está con los abuelos maternos y lleva cuatro años sin ver al padre. Pedimos que vuelva con él y, cuando la madre cumpla la pena, estamos por la custodia compartida", asegura Javier María Pérez-Roldán y Suanzes, abogado del padre.
No es el único caso de una madre que acaba perdiendo a los hijos por sustracción. En enero de 2007, la Audiencia Provincial de Asturias ordenó el regreso a Israel de los cuatro hijos que su madre, María Amor González, había sacado ilegalmente de allí en 2005, cuando tenían entre 6 y 13 años, tras la ruptura de la pareja. Los magistrados dieron la razón al padre invocando precisamente el Convenio de La Haya de 1980.
divendres, 17 d’abril del 2009
Cuando los maltratados son ellos
“Desde que éramos novios me insultaba habitualmente, me gritaba, me chantajeaba, hasta me levantó la mano. Lo peor llegó cuando nos casamos y nació nuestro hijo, que amenazaba con quitarme. Qué tonto fui por no entenderla nunca. Siempre le daba lo que ella quería, pero cada detalle que le regalaba me lo tiraba a la cara y me decía que todo lo que yo hacía era una mierda. Me menospreciaba constantemente gritándome que no valía para nada. Todo lo que hacía le sentaba mal. Creo que hasta terminé creyéndome que todos los defectos que me sacaba eran reales. Nunca le conté a nadie mi cruz porque me daba vergüenza. En alguna ocasión me mordió y me lanzó algún plato. Echando cuentas, fue la agresión que menos me dolió durante los nueve años que compartí con ella. Seguí llorando a escondidas cuando me denunció por supuestos malos tratos. Se golpeó a sí misma y fingió una paliza un fin de semana que me tocaba disfrutar de mi hijo. Ya estábamos separados. Ese día estuve con ella, evidentemente, pero yo no la maltraté. Nadie me dejó hablar. Pasé tres días en el calabozo y tardé tres años en recuperar a mi niño, que ya había cumplido los cinco años y se le había olvidado de quién era yo, su padre. Demostré que la que maltrataba era ella a mí gracias a sus constantes contradicciones, no porque mi testimonio tuviera validez alguna. Ya he recuperado a mi hijo, ella ha pagado una multa sin pasar por la cárcel y yo siempre formaré parte de la negra lista de los maltratadores de España”.
Cuando se habla del maltratador es difícil imaginarse otro perfil distinto al del hombre, pero hay más de una española fichada como maltratadora en el Registro de Víctimas de Violencia Doméstica. Sin embargo, sólo las mujeres asesinadas en el entorno familiar son consideradas víctimas de la violencia de género. Los hombres no. Según el informe publicado por el Consejo General del Poder Judicial, el 25,6% de las víctimas mortales por violencia doméstica en 2008 eran hombres. En 2007, el porcentaje de hombres fallecidos era del 16,1%. Así, durante 2008 hubo un aumento del 9,5% en los homicidios sufridos por los hombres en el ámbito de la violencia doméstica y de género. La discriminación que la Ley Integral contra la violencia de género ejerce sobre los hombres ha levantado más de una voz en contra. ¿El afán de acabar con la violencia contra la mujer es injusto para el hombre? ¿Qué pasa si ellas comienzan a matar como ellos? ¿Se les castiga de la misma manera? ¿Por qué se limita el término "género" sólo al femenino?
A pesar de que son menos abundantes los casos de hombres maltratados por sus mujeres que viceversa, haberlos los hay y son los más problemáticos. Ellos, los maltratados, carecen de credibilidad, se ríen de ellos, no tienen casas de acogida y el 016 les cuelga porque sólo atienden a mujeres, las víctimas de la violencia de género. “Lo siento, no puedo ayudarle. Acuda al trabajador social de su hospital más cercano”, invita una dulce voz femenina cuando un maltratado busca su ayuda. Casi ninguno denuncia porque no tiene un ojo morado que lo justifique. Sus maltratos, casi siempre, son psicológicos: todo amenazas, imposible de demostrar.
La Ley contra la Violencia de Género, contra las cuerdas
María Poza, jueza titular del juzgado número 4 de Murcia, fue la primera persona que puso la Ley Integral contra la Violencia de Género contra las cuerdas. Poza consideraba que el hecho de que la ley imponga distintas penas en función de que el agresor sea hombre o mujer vulneraba tres artículos de la Constitución, entre ellos el principio de igualdad. Si un hombre agrede a una mujer y le provoca lesiones físicas o psíquicas, su condena oscila de dos a cinco años de prisión. Si la violenta es ella, el castigo es de seis a tres años de prisión. Si se denuncia una lesión leve, una amenaza o una coacción es delito de seis meses a un año si el demandado es un varón. Al contrario, ellas son castigadas con arresto de fin de semana o con una multa.
En contra de lo que se pueda pensar, estas situaciones de mujeres que maltratan a sus esposos no son tan escasas. En 2008, el Consejo General del Poder Judicial (CGPJ) ha reconocido 121 víctimas por violencia doméstica y violencia de género. Pero, por la propia definición de ambos tipos de violencia, “no se conocen estadísticas de hombres muertos por sus ex parejas”, reconoce Mercedes Patón, fundadora y directora del despacho de abogados Patón & Asociados, el único que representa a hombres maltratados por mujeres. Refiriéndose a los mismos datos recogidos por el CGPJ, Patón añade las acusaciones falsas interpuestas por mujeres contra sus parejas. “El 90% de las demandas de mujeres hacia hombres no son acusaciones reales”, cree Patón. Los fiscales de Madrid también advirtieron de que ellos también han detectado falsas denuncias. “Lo que ella dice va a misa. Lo que él denuncia, va al archivo” ejemplifica Patón para hacer ver la desigualdad creada entre hombres y mujeres ante la ley. Con la ley de Violencia de Género, hay que pararse a reflexionar y preguntarse si la legislación, “que opta por un derecho desigual para la igualdad”, como ha defendido Jesús Caldera, ministro de Trabajo, no va a conseguir justamente lo contrario. “Se dirige únicamente y de forma explícita, a la protección de mujeres”, critica Jesús Arapiles, director de la oficina del defensor del Hombre y sus Hijos.
Ninguna institución ampara al hombre maltratado. Sí se ha montado alguna asociación, como http://www.hombresmaltratados.com/. “No hay ninguna estadística fiable que cuantifique cuántas denuncias falsas ponen las mujeres contra sus maridos. Pero en la medida en que más mujeres toman consciencia de su posición de fuerza ante la ley, se aprovechan en mayor medida". Del Ministerio de Igualdad asegura que hay un clamor unánime para derogar la ley, porque es un "Ministerio de Desigualdad”, asegura Patón, quien insta a la Ministra Bibiana Aído a pasear por los juzgados para ver qué se denuncia. “Los hombres de este país están discriminados por el único hecho de ser hombres”. Ante el maltrato propone un castigo, “pero en igualdad de condiciones, sin distinguir entre sexos. ¿O los hombres maltratados no sufren violencia de género?”.
De la opresión total a la rebeldía extrema
Ningún experto discrepa que la mujer ha vivido oprimida durante demasiado tiempo. Pero se ha pasado “a la rebeldía extrema. ¿Qué generaciones estamos criando?”, se pregunta Patón. Que hay que cambiar la ley, no lo duda. “Pero, ¿quién se atreve a dar el primer paso para su derogación?”, deja en el aire. Miguel Ángel Gimeno, magistrado de la Audiencia Provincial de Barcelona no cree que se tenga que derogar la ley, pero “sí tendrá que ir modificándose poco a poco”. Insiste además en la necesidad de que haya una implicación social para avanzar en este terreno.
“La nueva ley atenta contra unos principios generales del Derecho, ya que los acusados tienen que demostrar su inocencia, cuando debería ser al contrario: los hombres somos presuntamente culpables hasta que se demuestre lo contrario”, incide Arapiles. No se discute la necesidad de erradicar la violencia contra la mujer, pero sí hay que referirse a situaciones de hecho: “Esta ley va en contra del artículo 14 de la Constitución, que dice expresamente que los españoles son iguales ante la ley sin que pueda prevalecer discriminación alguna por razón de nacimiento, raza, sexo o religión”, dice Arapiles.
Los hombres que sufren agresiones siguen protegidos por el artículo 173.2 del Código Penal sobre la violencia doméstica, que se consideró obsoleta para los casos de mujeres maltratadas. “Desgraciadamente, estos hombres, que aparentemente siguen protegidos por el Código Penal, a efectos prácticos sufren la discriminación positiva de la nueva norma”, dice Patón. “El legislador decide cuál es la sanción que debe imponer. Se debería analizar caso a caso, y que la jurisdicción se ajustara al máximo”, pide Gimeno.
Arapiles denuncia en su propia página web las denuncias falsas que demasiadas mujeres ponen a sus ex maridos. Frases como “mujer: hunde a tu ex. Sácale la casa y casi todo su dinero, quítale los hijos y encarcélale” intentan contar, satíricamente, la desigualdad que sufren los hombres ante las mujeres. Con el impulso de la ley, lo único que parece claro es que, si hablamos de personas maltratadas por sus parejas, ni ellas son tantas, ni ellos tan pocos.
Cuando se habla del maltratador es difícil imaginarse otro perfil distinto al del hombre, pero hay más de una española fichada como maltratadora en el Registro de Víctimas de Violencia Doméstica. Sin embargo, sólo las mujeres asesinadas en el entorno familiar son consideradas víctimas de la violencia de género. Los hombres no. Según el informe publicado por el Consejo General del Poder Judicial, el 25,6% de las víctimas mortales por violencia doméstica en 2008 eran hombres. En 2007, el porcentaje de hombres fallecidos era del 16,1%. Así, durante 2008 hubo un aumento del 9,5% en los homicidios sufridos por los hombres en el ámbito de la violencia doméstica y de género. La discriminación que la Ley Integral contra la violencia de género ejerce sobre los hombres ha levantado más de una voz en contra. ¿El afán de acabar con la violencia contra la mujer es injusto para el hombre? ¿Qué pasa si ellas comienzan a matar como ellos? ¿Se les castiga de la misma manera? ¿Por qué se limita el término "género" sólo al femenino?
A pesar de que son menos abundantes los casos de hombres maltratados por sus mujeres que viceversa, haberlos los hay y son los más problemáticos. Ellos, los maltratados, carecen de credibilidad, se ríen de ellos, no tienen casas de acogida y el 016 les cuelga porque sólo atienden a mujeres, las víctimas de la violencia de género. “Lo siento, no puedo ayudarle. Acuda al trabajador social de su hospital más cercano”, invita una dulce voz femenina cuando un maltratado busca su ayuda. Casi ninguno denuncia porque no tiene un ojo morado que lo justifique. Sus maltratos, casi siempre, son psicológicos: todo amenazas, imposible de demostrar.
La Ley contra la Violencia de Género, contra las cuerdas
María Poza, jueza titular del juzgado número 4 de Murcia, fue la primera persona que puso la Ley Integral contra la Violencia de Género contra las cuerdas. Poza consideraba que el hecho de que la ley imponga distintas penas en función de que el agresor sea hombre o mujer vulneraba tres artículos de la Constitución, entre ellos el principio de igualdad. Si un hombre agrede a una mujer y le provoca lesiones físicas o psíquicas, su condena oscila de dos a cinco años de prisión. Si la violenta es ella, el castigo es de seis a tres años de prisión. Si se denuncia una lesión leve, una amenaza o una coacción es delito de seis meses a un año si el demandado es un varón. Al contrario, ellas son castigadas con arresto de fin de semana o con una multa.
En contra de lo que se pueda pensar, estas situaciones de mujeres que maltratan a sus esposos no son tan escasas. En 2008, el Consejo General del Poder Judicial (CGPJ) ha reconocido 121 víctimas por violencia doméstica y violencia de género. Pero, por la propia definición de ambos tipos de violencia, “no se conocen estadísticas de hombres muertos por sus ex parejas”, reconoce Mercedes Patón, fundadora y directora del despacho de abogados Patón & Asociados, el único que representa a hombres maltratados por mujeres. Refiriéndose a los mismos datos recogidos por el CGPJ, Patón añade las acusaciones falsas interpuestas por mujeres contra sus parejas. “El 90% de las demandas de mujeres hacia hombres no son acusaciones reales”, cree Patón. Los fiscales de Madrid también advirtieron de que ellos también han detectado falsas denuncias. “Lo que ella dice va a misa. Lo que él denuncia, va al archivo” ejemplifica Patón para hacer ver la desigualdad creada entre hombres y mujeres ante la ley. Con la ley de Violencia de Género, hay que pararse a reflexionar y preguntarse si la legislación, “que opta por un derecho desigual para la igualdad”, como ha defendido Jesús Caldera, ministro de Trabajo, no va a conseguir justamente lo contrario. “Se dirige únicamente y de forma explícita, a la protección de mujeres”, critica Jesús Arapiles, director de la oficina del defensor del Hombre y sus Hijos.
Ninguna institución ampara al hombre maltratado. Sí se ha montado alguna asociación, como http://www.hombresmaltratados.com/. “No hay ninguna estadística fiable que cuantifique cuántas denuncias falsas ponen las mujeres contra sus maridos. Pero en la medida en que más mujeres toman consciencia de su posición de fuerza ante la ley, se aprovechan en mayor medida". Del Ministerio de Igualdad asegura que hay un clamor unánime para derogar la ley, porque es un "Ministerio de Desigualdad”, asegura Patón, quien insta a la Ministra Bibiana Aído a pasear por los juzgados para ver qué se denuncia. “Los hombres de este país están discriminados por el único hecho de ser hombres”. Ante el maltrato propone un castigo, “pero en igualdad de condiciones, sin distinguir entre sexos. ¿O los hombres maltratados no sufren violencia de género?”.
De la opresión total a la rebeldía extrema
Ningún experto discrepa que la mujer ha vivido oprimida durante demasiado tiempo. Pero se ha pasado “a la rebeldía extrema. ¿Qué generaciones estamos criando?”, se pregunta Patón. Que hay que cambiar la ley, no lo duda. “Pero, ¿quién se atreve a dar el primer paso para su derogación?”, deja en el aire. Miguel Ángel Gimeno, magistrado de la Audiencia Provincial de Barcelona no cree que se tenga que derogar la ley, pero “sí tendrá que ir modificándose poco a poco”. Insiste además en la necesidad de que haya una implicación social para avanzar en este terreno.
“La nueva ley atenta contra unos principios generales del Derecho, ya que los acusados tienen que demostrar su inocencia, cuando debería ser al contrario: los hombres somos presuntamente culpables hasta que se demuestre lo contrario”, incide Arapiles. No se discute la necesidad de erradicar la violencia contra la mujer, pero sí hay que referirse a situaciones de hecho: “Esta ley va en contra del artículo 14 de la Constitución, que dice expresamente que los españoles son iguales ante la ley sin que pueda prevalecer discriminación alguna por razón de nacimiento, raza, sexo o religión”, dice Arapiles.
Los hombres que sufren agresiones siguen protegidos por el artículo 173.2 del Código Penal sobre la violencia doméstica, que se consideró obsoleta para los casos de mujeres maltratadas. “Desgraciadamente, estos hombres, que aparentemente siguen protegidos por el Código Penal, a efectos prácticos sufren la discriminación positiva de la nueva norma”, dice Patón. “El legislador decide cuál es la sanción que debe imponer. Se debería analizar caso a caso, y que la jurisdicción se ajustara al máximo”, pide Gimeno.
Arapiles denuncia en su propia página web las denuncias falsas que demasiadas mujeres ponen a sus ex maridos. Frases como “mujer: hunde a tu ex. Sácale la casa y casi todo su dinero, quítale los hijos y encarcélale” intentan contar, satíricamente, la desigualdad que sufren los hombres ante las mujeres. Con el impulso de la ley, lo único que parece claro es que, si hablamos de personas maltratadas por sus parejas, ni ellas son tantas, ni ellos tan pocos.
La nueva ley de custodia compartida planea igualdad económica para el padre y la madre
La nueva ley de custodia compartida planea igualdad económica para el padre y la madre Los afectados exigen que la norma incluya la liquidación judicial de gananciales
En un divorcio, la imagen habitual es ver al padre cogiendo las maletas y yéndose de casa. La legislación actual reparte la patria potestad entre los dos progenitores pero el custodio propio -en el 98% de los casos, la madre- es el que se queda con la casa, el piso, los bienes y, sobre todo, los hijos. El padre que hace las maletas se ve obligado a pagar la hipoteca de su antiguo domicilio sin poder disfrutarlo, comprarse un coche, pagar la pensión alimenticia a sus hijos, buscarse un piso para vivir, amueblarlo si puede y con lo que le sobra, si es que es así, comer él. La futura ley de custodia compartida que ya prepara el Consell pretende acabar con esta discriminación de sexos. El varón, en este caso, suele ser el perjudicado. Por eso uno de los pilares fundamentales de la futura norma es que las dos partes del matrimonio parta en igualdad de condiciones a la hora de iniciar el proceso de divorcio. La Comunitat Valenciana, junto con Cataluña, es la autonomía pionera en poner en marcha una ley de este tipo para corregir, en parte, la excesiva rigidez del Código Civil. Plataformas como Custodia Compartida Ya o la Asociación de Mujeres por la Igualdad y la Custodia Compartida creen vital que las cuestiones económica se separen claramente de los hijos en los procesos de divorcio. Una forma de acabar con los lamentables chantajes, que son muy habituales en las separaciones matrimoniales. Una de las propuestas de la ley en la que se está trabajando es que el mediador que se establezca para el matrimonio negocie el mejore futuro para los dos progenitores. La idea es que por ley se pueda llegar a un acuerdo sobre el reparto de la casa -si se vende o se la queda una de las partes del matrimonio-, sobre el coche y los bienes. De esta manera, si la mujer decide quedarse con el hogar familiar, podría compensar económicamente a su marido para que este pudiera adquirir otra vivienda. En la actualidad, el panorama es totalmente distinto. "Se están viviendo situaciones tremendas en la que los padres no pueden comprar ni una casa. Muchos duermen en el coche o comparten pisos 'patera' para poder tener un nuevo hogar. Por eso creemos que la inclusión en la ley de un mediador es básico para evitar este tipo de situaciones", señalaron ayer desde Mujeres por la Igualdad y Custodia Compartida. De la misma opinión es David Ferrer, presidente de Custodia Compartida Ya, que apuesta por la liquidación judicial de gananciales. "Es algo que debe estar al margen del régimen de visitas pero que garantizaría que muchos padres no se tuvieran que ir a vivir a un camping". Además, Ferrer pide, como pasa en Euskadi, ayudas del Consell para que los padres separados con escasos recursos puedan acceder con mayor facilidad a viviendas de protección oficial. Los expertos consideran que la ley debería incluir también una artículo que exigiera a los progenitores realizar un plan de responsabilidad parental. Una especie de declaración firme para comprometerse a mantener la educación de los hijos y para garantizar su subsistencia. Además, también habría que incluir la obligación de que los padres no utilizarán malas prácticas como el chantaje con los hijos para presionar a la otra parte del matrimonio. Sobre 15.000 divorcios La futura ley de custodia compartida pretende también romper con los regímenes severos de visita, en los que, habitualmente, el padre sólo puede ver a sus hijo un fin de semana alterno y la mitad de las vacaciones escolares. La idea es que los dos progenitores puedan compartir casi a partes iguales el desarrollo y educación de sus vástagos. La Comunitat Valenciana es una de las autonomías de España en la que más divorcios se producen. De hecho, cada año se separan en territorio valenciano cerca de 15.000 parejas. En los primeros nueve meses de 2008 -los últimos datos estadísticos disponibles- se contabilizaron 11.974 separaciones y divorcios. La Comunitat sólo fue superada por Andalucía, Cataluña y Madrid.
divendres, 10 d’abril del 2009
Les DONES per la Igualtat i la Custòdia Compartida
dimecres, 8 d’abril del 2009
Gracias Zapatero! - Cristina Tenas Rosell
http://www.diariodelasierra.es/2009/04/28/cartas-al-director-gracias-zapatero/
Gracias Sr Zapatero. Por darme más importancia a mí que a mi marido, al fin y al cabo usted y yo, sabemos que lo merezco. Soy débil. Ya lo dicen los más mayores… las mujeres a la casa y a cuidar niños. Gracias por protegerme, Sr Zapatero.
Gracias a usted, tengo casa, coche, garaje, trastero…. Y todo ello, sin haber trabajado jamás en la vida. Eso sí… me quedé embarazada. Y no vea usted lo bien que lo rentabilizamos, eh? Menudo seguro de vida! Con pensión y todo!
No me pida pero, que cotice, trabaje, ni me iguale a los “desiguales”. Prefiero seguir siendo “débil”. La vida és más facil así. Como cuando era pequeña. Todo me cae del cielo. Bien… del cielo o de sablear a quien me hizo madre.
Sr Zapatero, no obstante le pido un favor… ¿Sería usted tan amable de en unos 20 años cambiar las leyes que ahora me favorecen por unas realmente igualitarias? Le cuento.. mi hijo, sangre de mi sangre, es varón. El pobre desgraciado no ha sabido ni elegir sexo… y claro, padezco por su futuro. A ver si se le ocurre engendrar a alguna como yo. Al fin y al cabo, ya se dice que los hijos e hijas buscan en las parejas los patrones de los padres…. No me abandone ahora, Sr Zapatero… hágame éste último favor… pero a su debido tiempo. Ni antes, ni despues. Alarguemos el chollo.
Siempre agradecida…. (basado en hechos reales)
Gracias Sr Zapatero. Por darme más importancia a mí que a mi marido, al fin y al cabo usted y yo, sabemos que lo merezco. Soy débil. Ya lo dicen los más mayores… las mujeres a la casa y a cuidar niños. Gracias por protegerme, Sr Zapatero.
Gracias a usted, tengo casa, coche, garaje, trastero…. Y todo ello, sin haber trabajado jamás en la vida. Eso sí… me quedé embarazada. Y no vea usted lo bien que lo rentabilizamos, eh? Menudo seguro de vida! Con pensión y todo!
No me pida pero, que cotice, trabaje, ni me iguale a los “desiguales”. Prefiero seguir siendo “débil”. La vida és más facil así. Como cuando era pequeña. Todo me cae del cielo. Bien… del cielo o de sablear a quien me hizo madre.
Sr Zapatero, no obstante le pido un favor… ¿Sería usted tan amable de en unos 20 años cambiar las leyes que ahora me favorecen por unas realmente igualitarias? Le cuento.. mi hijo, sangre de mi sangre, es varón. El pobre desgraciado no ha sabido ni elegir sexo… y claro, padezco por su futuro. A ver si se le ocurre engendrar a alguna como yo. Al fin y al cabo, ya se dice que los hijos e hijas buscan en las parejas los patrones de los padres…. No me abandone ahora, Sr Zapatero… hágame éste último favor… pero a su debido tiempo. Ni antes, ni despues. Alarguemos el chollo.
Siempre agradecida…. (basado en hechos reales)
dimarts, 7 d’abril del 2009
IN DUBIO PRO FEMINA - Cristina Tenas Rosell
“In dubio pro reo” expresa el principio jurídico de que en caso de duda, por insuficiencia probatoria u otras, se favorecerá al acusado. Lograría éste principio, evitar la aberración de castigar al inocente falsamente, arruinando así su vida.
En España no obstante, ante la duda, no hay duda. Los hombres, TODOS, cualquiera de ellos, son machistas, violentos y mentirosos, miestras las mujeres TODAS según la ley son cándidas, débiles y necesitan protección.
In dubio pro femina, dicen los jueces de ahora. “Por que nosotras lo valemos” . Da igual si mentimos, si malmetemos, e incluso si maltratamos. Somos buenas por naturaleza. Buenas para mentir, para difamar, para manipular… Y algunas somos buenas hasta para denunciarlo en voz alta.
Siento vergüenza ajena. Soy mujer. Y orgullosa de serlo. Pero no necesito pisotear los derechos de nadie para sentirme ni más mujer, ni realizada, ni que me mantengan.
En España no obstante, ante la duda, no hay duda. Los hombres, TODOS, cualquiera de ellos, son machistas, violentos y mentirosos, miestras las mujeres TODAS según la ley son cándidas, débiles y necesitan protección.
In dubio pro femina, dicen los jueces de ahora. “Por que nosotras lo valemos” . Da igual si mentimos, si malmetemos, e incluso si maltratamos. Somos buenas por naturaleza. Buenas para mentir, para difamar, para manipular… Y algunas somos buenas hasta para denunciarlo en voz alta.
Siento vergüenza ajena. Soy mujer. Y orgullosa de serlo. Pero no necesito pisotear los derechos de nadie para sentirme ni más mujer, ni realizada, ni que me mantengan.
VULNERANDO LA PRESUNCIÓN DE INOCENCIA SISTEMÁTICAMENTE - Cristina Tenas Rosell
Que la Ley Integral contra la violencia de género vulnera la presunción de inocencia y el principio de igualdad, ambos extremos contemplados en nuestra Carta Magna es un hecho. Y lo es, independientemente de lo que diga el Constitucional, los lobbies, y aquellos que han hecho del dolor su negocio. Por que el sentido común y la verdad va más allá de las leyes.
Que la Ley integral permite despojar de bienes, dignidad, presunción de inocencia y lo más importante, de libertad, a los hombres por el mero hecho de serlo, tambien es incuestionable. Como lo es que la ex juez decana de Barcelona, la Sra Sanahuja, lo decía hace años, meses y lo continúa diciendo, junto a otras voces feministas que realmente abogamos por la igualdad y que rechazamos la violencia la ejerza quien la ejerza.
Ahora, algunos de los jueces y fiscales que han usado dicha ley estan siendo víctimas de la misma. No olvidemos que la mayoría estan casados, lo han estado, y tienen hijos.
Quizás sea el momento de reflexionar, ya que la condición humana nos hace girar la cabeza ante los hechos cuando no nos tocan directamente e incluso negarlos, y tomar una clara, valiente y equanime solución: Modificar la Ley. Y llamarla “Contra la Violencia”.
Contemplar la presunción de inocencia, perseguir las denuncias falsas, archivar las denuncias gratuitas, y dedicar de paso, las multimillonarias subvenciones a los y las realmente maltratados y maltratadas. Independientemente de su sexo, edad, condición, religión….
Que la Ley integral permite despojar de bienes, dignidad, presunción de inocencia y lo más importante, de libertad, a los hombres por el mero hecho de serlo, tambien es incuestionable. Como lo es que la ex juez decana de Barcelona, la Sra Sanahuja, lo decía hace años, meses y lo continúa diciendo, junto a otras voces feministas que realmente abogamos por la igualdad y que rechazamos la violencia la ejerza quien la ejerza.
Ahora, algunos de los jueces y fiscales que han usado dicha ley estan siendo víctimas de la misma. No olvidemos que la mayoría estan casados, lo han estado, y tienen hijos.
Quizás sea el momento de reflexionar, ya que la condición humana nos hace girar la cabeza ante los hechos cuando no nos tocan directamente e incluso negarlos, y tomar una clara, valiente y equanime solución: Modificar la Ley. Y llamarla “Contra la Violencia”.
Contemplar la presunción de inocencia, perseguir las denuncias falsas, archivar las denuncias gratuitas, y dedicar de paso, las multimillonarias subvenciones a los y las realmente maltratados y maltratadas. Independientemente de su sexo, edad, condición, religión….
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