El asesinato premeditado de un hombre por parte de su ex mujer, parece no importar al Gobierno Central de España.
La Sra. Dolores Martín Pazo ordenó y pagó, presuntamente, a un sicario para que ejecutara a su ex marido, que había cometido el imperdonable “delito” de pretender ejercer de padre de su hija. La Sra. Mª Emilia Casas, presidenta del Tribunal Constitucional, defiende que la conversación posterior nada tuvo que ver con el asesinato, pero quizás alguien debiera de recordar a ésta señora que, el ejercicio de asesoramiento no es permisible cuando uno forma parte del Constitucional, y que aun menos profesional, y moralmente dudoso, es sugerir a quien presuntamente no asesora: “Avísame si esto llega al Constitucional”
No dejemos de lado que éste caso no es más que la punta del iceberg que el Ejecutivo lleva 5 años ocultando, bajo las estadísticas manipuladas que tantos votos les han dispensado, y tanta injusticia ha sembrado. Injusticia para las personas realmente maltratadas, sean hombres o mujeres, por que los medios establecidos están en un 85% por ciento de los casos según declaraciones de los mismos jueces, siendo usados dolosamente por simuladas víctimas.
Desde aquí, hacemos un llamamiento al sentido común. A la verdadera igualdad, a la verdadera justicia. E incluso nos permitimos llamar la atención sobre la responsabilidad de quienes aplican la ley.Disponer de una batuta no significa poder moverla de un lado al otro. Hay que saber moverla, hacerlo con responsabilidad y dignidad, y si no se está preparado para ello, hay que dejar que lo hagan quienes sepan hacerlo, dejando por tanto el sillón vacante si es necesario. Por el bien de la sociedad en general ante el beneficio particular.
Nuestro más sentido pésame a la familia del Sr. Miguel Ángel Salgado Pimentel, joven padre de familia a quien se le arrebató la vida por amar a los suyos.
divendres, 27 de juny del 2008
Igualdad y segundas esposas - Cristina Tenas Rosell
Recientemente ha habido una sentencia en la que la novia de un señor separado debería colaborar, según apunta el juez, en hacerse cargo de la pensión alimenticia de la hija que éste tuvo en un matrimonio anterior.
Me resulta curioso pensar, y no comprendo, como dos adultos que estando casados son capaces de mantener a un hijo no lo son en el momento del divorcio, máxime cuando los ingresos por trabajo permanecen intactos.
La única explicación es la siguiente: España discrimina positivamente a las mujeres y negativamente al hombre en los procesos de divorcio. Al despojar de todo bien material al hombre éste queda abandonado a su suerte para hacer frente al pago de dos viviendas, la de su uso, y la de usufructo de quien supuestamente le amó antaño. Adicionalmente debe de pagar pensiones alimenticias, médicos, etc que ya antes pagaba, pero que se le tornan inalcanzables económicamente hablando.
Si la tan reivindicada igualdad existiera y se practicara, los bienes y las custodias se tratarían por separado en los divorcios. Las casas se venderían y desde una posición IGUAL, ambos ex cónyuges debieran de comenzar una nueva vida para procurarle a su hijo el bienestar que jamás debería de dejar de tener estuviera en brazos de mamá o papá, ambos perfectamente capacitados para su educación y crianza tras el divorcio, al igual que lo estaban antes del mismo.
Me resulta curioso pensar, y no comprendo, como dos adultos que estando casados son capaces de mantener a un hijo no lo son en el momento del divorcio, máxime cuando los ingresos por trabajo permanecen intactos.
La única explicación es la siguiente: España discrimina positivamente a las mujeres y negativamente al hombre en los procesos de divorcio. Al despojar de todo bien material al hombre éste queda abandonado a su suerte para hacer frente al pago de dos viviendas, la de su uso, y la de usufructo de quien supuestamente le amó antaño. Adicionalmente debe de pagar pensiones alimenticias, médicos, etc que ya antes pagaba, pero que se le tornan inalcanzables económicamente hablando.
Si la tan reivindicada igualdad existiera y se practicara, los bienes y las custodias se tratarían por separado en los divorcios. Las casas se venderían y desde una posición IGUAL, ambos ex cónyuges debieran de comenzar una nueva vida para procurarle a su hijo el bienestar que jamás debería de dejar de tener estuviera en brazos de mamá o papá, ambos perfectamente capacitados para su educación y crianza tras el divorcio, al igual que lo estaban antes del mismo.
dijous, 26 de juny del 2008
En nombre de Mario - Pilar Morales Ibáñez
En nombre de Mario
Señoría,
Permítame que le hable de un niño ya que, cuando pueda hablarle él, habrá pasado su infancia y será demasiado tarde. Se llama Mario y tiene 6 años. Usted no le conoce. Sin embargo, le acaba de condenar. Usted le ha condenado a no poder compartir ninguna noche con su padre mientras dure su infancia, a excepción de las noches de sus vacaciones como si, en período escolar, un niño no necesitase la presencia de su padre.
Seguramente usted, Señoría, también ha sido víctima de la trampa, de la inercia, de los expedientes que le sobrepasan… pero Mario no tiene la culpa y su padre, tampoco.
¿Sabe usted de la heroicidad de este hombre en lucha por poder ser simplemente lo que es: padre? ¿Sabe de su trabajo a favor de los derechos de todos los niños mientras ve como dejan al suyo sin el derecho a disfrutar de su compañía? Porque Mario quiere a su padre, Señoría, tanto como a su madre. ¿Tan difícil es eso de entender?
¿Tiene usted hijos, Señoría? ¿Tiene usted padre? Yo tengo un padre maravilloso, tan buen padre como buena madre es la mía. Para mi, la mejor. Ella nunca hubiera permitido que el odio o la frustración fuesen más fuertes que el amor por mi y por mis hermanas. Nunca hubiese permitido que alejasen a mi padre de nuestras vidas aunque se lo husiese puesto tan fácil para hacerlo el sistema judicial español. Mi madre me enseñó a ser justa, a valerme por mi misma y a no depender de nadie y, lo más importante, me enseño a valorar, por encima de todas las cosas, el amor. Mi marido y yo, antes de nuestra boda, firmamos capitulaciones matrimoniales acordando una custodia compartida de los hijos en caso de que algún día se separasen nuestros caminos porque el bienestar de los hijos, Señoría, se ha de decidir cuando el amor ilumina el corazón y el pensamiento y no cuando los oscurecen intereses mezquinos y negros sentimientos. Lo más grave es que, cuando son los intereses mezquinos los que guían las actuaciones en los procesos de separación, ustedes apoyan esos intereses y los derechos de los niños a seguir disfrutando de las dos personas que les llamaron a la vida, quedan diluídos y olvidados. Ustedes colaboran a eliminar de sus vidas la figura paterna porque un padre, por mucho que quieran justificar ustedes sus decisiones, no es un “visitador”. Ustedes matan al padre y, con eso, les rompen el corazón a los hijos. Como son corazones pequeños y se rompen sin ruido, eso no parece importar demasiado ¿verdad, Señoría?
Cuando leo esas sentencias de divorcio en que se intenta defender que lo mejor para los niños es alejarlos de sus padres, siempre pienso en todo lo que le habría faltado a mi vida si hubiesen alejado a mi padre de mi. A veces le miro y me pregunto cuánto tiempo más podré disfrutar de su compañía, de esa presencia entrañable y ahora ya desmemoriada que, en otro tiempo, me llevaba de la mano saltando por las calles y haciéndome reir. Algunas mañanas, me despertaba entre risas y saltos porque él me sacaba del sueño con cosquillas. ¿Por qué Mario no puede tener un despertar así? Mi madre me enseñó a crecer cantando, me contaba los cuentos más maravillosos y me enseñaba a rezar. Ninguno de los dos intentó nunca substituir al otro ni pretendió que una presencia fuese más importante que la otra, ni intentó monopolizar mi corazón. No perdonaría a la vida ni un solo instante que me hubiesen robado de esa infancia en la que nadie me pidió que rompiera mi corazón en dos y tirara al basurero del olvido una de sus mitades. Porque eso, Señoría, es lo que están haciendo ustedes con muchas de sus sentencias. Tengo 44 años, Señoría, mi padre tiene 79 y su presencia sigue siendo esencial para mi. Yo nunca hubiera perdonado a nadie que me hubieran alejado de él durante una parte de mi vida.
A veces me pregunto qué clase de padres han tenido todas estas personas que valoran tan poco a los padres de los demás, a los padres de sus propios hijos.
El padre del que le hablo yo hoy, el padre de Mario, tiene nombre y rostro, aunque usted seguramente se ha parado poco a mirarle. Se llama Juan Carlos y tiene también una vida que ustedes se han empeñado en romper y mucho que dar a su hijo. Este hombre quiere poder hacer con su hijo lo mismo que su padre hizo con él: acompañarle en su crecimiento y darle su amor siempre que lo necesite y Mario lo necesita mucho más de lo que les otorga ese régimen de visitas al que se encuentran sometidos, como si fuesen presos de una cárcel absurda a la que han llegado sin saber dónde estuvo su culpa. ¿Amar a un hijo es ahora motivo para que el sistema judicial te de la espalda? ¿Y sabe usted como ama este hombre? ¿Sabe usted de los kilómetros recorridos en los últimos 6 años para estar junto a su hijo? Semana tras semana, de León a Madrid y de Madrid a León… Se dice pronto, Señoría y se lee todavía más rápido cuando se tiene prisa ¿verdad? Sin embargo, se recorren lentamente, muy lentamente porque, además, la situación económica en la que queda un padre divorciado en España, no permite tener coches que alcancen grandes velocidades. Así que las carreteras se hacen largas y cansadas… pero no importa: de León a Madrid, la esperanza de ver a Mario, de abrazarle, de escuchar sus historias, de sentir sus caricias… hacen que Madrid se sienta más cerca; de Madrid a León, la compañía de las últimas horas compartidas convertidas ya en recuerdo hacen más cálido el regreso y alimentarán las horas hasta el próximo encuentro.
Este hombre es un buen padre, Señoría. Yo le he visto con Mario, he visto cómo le mira su hijo, cómo camina cogido de su mano, cómo atiende a su voz, cómo le sonríe… He visto también los caballos que cría para que Mario crezca en contacto con la naturaleza, para que pueda tener una infancia tan hermosa como lo fue la suya, aprendiendo de los animales lo que a veces no se aprende de las personas. ¿Sabe el tiempo que dedica a cuidar todos los detalles soñando en cuando llegue Mario y disfrute de esos potrillos de los que no se quiere separar? Yo he visto las viejas cosas que pertenecieron a su padre y que él repara con esmero para poder disfrutarlas con su hijo. Toda la vida de este hombre gira en torno a Mario. Sus sueños, su trabajo, su lucha… todo. Es un buen padre, como también fue un buen hijo. Yo le he escuchado hablar de su padre, Señoría. No es un hombre que exprese sus emociones con demasiadas palabras pero se le sale por los ojos, el corazón. Deberían ustedes aprender a escuchar los ojos de las personas… se darían cuenta de en cuántas mentiras han basado sus sentencias y de a cuántos inocentes han condenado por ser simplemente los que han amado más, los que han querido herir menos.
Todo lo que este hombre sintió por su padre quiere que pueda sentirlo su hijo porque, Señoría, como dijo Unamuno “Con madera de recuerdos armamos esperanzas” Si privan a los niños de la posibilidad de acumular recuerdos ¿de qué van a alimentar su esperanza? Podrán tener una única y hasta magnífica casa, eso que para ustedes es tan importante después de un divorcio. Tendrán una casa y medio corazón porque la otra mitad la habrán sacrificado ustedes. Tendrán una madre que se lo quedó todo y un padre que lo perdió también todo cuando le alejaron de él y sufrirá al ver sufrir a su papá. ¿O cree usted que no sufren los niños cuando les dejan sin padre? Y, cuando vayan creciendo, no entenderán por qué permitieron ustedes que todo eso sucediera y tendrán que saldar ellos la deuda emocional que tendrán con el padre, aprender a perdonar de una forma brutal para sus maltrechas emociones y digerir que sus madres odiaron más que amaron, algo que ustedes nunca debieron permitir y, mucho menos, secundar. Algunos ya ven todo eso de pequeños, ya sienten las culpas ajenas, ya perdonan como adultos lo que nunca debieron vivir como niños. Se asombraría usted de lo que llegan a expresar algunos niños cuando se sienten libres para hablar, cuando saben que nadie va a juzgar sus palabras y, muchos menos, sus sentimientos.
Y usted ha pretendido juzgar ahora si el espacio que Mario comparte con su padre cuando este se desplaza a Madrid para poder estar con él es tan “óptimo” como el de la madre. ¿Sólo les importa a ustedes el espacio físico? ¿De verdad es que quieren ustedes ver tan poco? ¿Tan poca memoria tienen? ¿Olvidan tan rápido que, en la mayoría de los casos, han sido ustedes mismos los que han condenado a los padres a vivir con menos medios económicos que las madres? ¿Han olvidado que esa mejor condición económica de las madres se mantiene, en la mayoría de los casos, gracias a los padres que, eso sí, para pagar, todo el mundo quiere que sigan siendo padres? Para eso, Señoría, no hay régimen de visitas. Para recibir dinero y patrimonio, cualquier momento es bueno. Ustedes les están culpando de haberles dejado sin poco más que su dignidad. Primero les expolian y después les recriminan su escaso poder económico al que ustedes mismos les han condenado y utilizan esa situacion para quitarles también a los hijos porque el hogar de la madre, según ustedes, reúne mejores condiciones. ¿Se da usted cuenta de la hipocresía y del absurdo?
Juan Carlos y Mario son padre e hijo y quieren estar juntos. Deje crecer a Mario en paz, permítale seguir siendo niño. No crecerá antes de tiempo porque viva en un espacio sin lujos: así creció la mayoría de la generación anterior, así crecen muchos niños felices. Sí crecerá antes de tiempo si le alejan de las personas que más ama porque tendrá que endurecer su corazón.
Por favor, Señoría, dejen a los niños vivir su infancia, no permitan que ensucien su inocencia… déjenles ser niños, libres en los sentimientos, amando a las dos personas que les llamaron a la vida y sin tenerse que sentirse mal por ninguno de los dos. Déjenles ser niños con un corazón completo y sano. No les roben la mitad del corazón. Romper un corazón inocente sí que debería estar castigado por la ley.
Si ha llegado usted hasta aquí, en nombre de Mario, gracias.
Pilar Morales Ibáñez
Señoría,
Permítame que le hable de un niño ya que, cuando pueda hablarle él, habrá pasado su infancia y será demasiado tarde. Se llama Mario y tiene 6 años. Usted no le conoce. Sin embargo, le acaba de condenar. Usted le ha condenado a no poder compartir ninguna noche con su padre mientras dure su infancia, a excepción de las noches de sus vacaciones como si, en período escolar, un niño no necesitase la presencia de su padre.
Seguramente usted, Señoría, también ha sido víctima de la trampa, de la inercia, de los expedientes que le sobrepasan… pero Mario no tiene la culpa y su padre, tampoco.
¿Sabe usted de la heroicidad de este hombre en lucha por poder ser simplemente lo que es: padre? ¿Sabe de su trabajo a favor de los derechos de todos los niños mientras ve como dejan al suyo sin el derecho a disfrutar de su compañía? Porque Mario quiere a su padre, Señoría, tanto como a su madre. ¿Tan difícil es eso de entender?
¿Tiene usted hijos, Señoría? ¿Tiene usted padre? Yo tengo un padre maravilloso, tan buen padre como buena madre es la mía. Para mi, la mejor. Ella nunca hubiera permitido que el odio o la frustración fuesen más fuertes que el amor por mi y por mis hermanas. Nunca hubiese permitido que alejasen a mi padre de nuestras vidas aunque se lo husiese puesto tan fácil para hacerlo el sistema judicial español. Mi madre me enseñó a ser justa, a valerme por mi misma y a no depender de nadie y, lo más importante, me enseño a valorar, por encima de todas las cosas, el amor. Mi marido y yo, antes de nuestra boda, firmamos capitulaciones matrimoniales acordando una custodia compartida de los hijos en caso de que algún día se separasen nuestros caminos porque el bienestar de los hijos, Señoría, se ha de decidir cuando el amor ilumina el corazón y el pensamiento y no cuando los oscurecen intereses mezquinos y negros sentimientos. Lo más grave es que, cuando son los intereses mezquinos los que guían las actuaciones en los procesos de separación, ustedes apoyan esos intereses y los derechos de los niños a seguir disfrutando de las dos personas que les llamaron a la vida, quedan diluídos y olvidados. Ustedes colaboran a eliminar de sus vidas la figura paterna porque un padre, por mucho que quieran justificar ustedes sus decisiones, no es un “visitador”. Ustedes matan al padre y, con eso, les rompen el corazón a los hijos. Como son corazones pequeños y se rompen sin ruido, eso no parece importar demasiado ¿verdad, Señoría?
Cuando leo esas sentencias de divorcio en que se intenta defender que lo mejor para los niños es alejarlos de sus padres, siempre pienso en todo lo que le habría faltado a mi vida si hubiesen alejado a mi padre de mi. A veces le miro y me pregunto cuánto tiempo más podré disfrutar de su compañía, de esa presencia entrañable y ahora ya desmemoriada que, en otro tiempo, me llevaba de la mano saltando por las calles y haciéndome reir. Algunas mañanas, me despertaba entre risas y saltos porque él me sacaba del sueño con cosquillas. ¿Por qué Mario no puede tener un despertar así? Mi madre me enseñó a crecer cantando, me contaba los cuentos más maravillosos y me enseñaba a rezar. Ninguno de los dos intentó nunca substituir al otro ni pretendió que una presencia fuese más importante que la otra, ni intentó monopolizar mi corazón. No perdonaría a la vida ni un solo instante que me hubiesen robado de esa infancia en la que nadie me pidió que rompiera mi corazón en dos y tirara al basurero del olvido una de sus mitades. Porque eso, Señoría, es lo que están haciendo ustedes con muchas de sus sentencias. Tengo 44 años, Señoría, mi padre tiene 79 y su presencia sigue siendo esencial para mi. Yo nunca hubiera perdonado a nadie que me hubieran alejado de él durante una parte de mi vida.
A veces me pregunto qué clase de padres han tenido todas estas personas que valoran tan poco a los padres de los demás, a los padres de sus propios hijos.
El padre del que le hablo yo hoy, el padre de Mario, tiene nombre y rostro, aunque usted seguramente se ha parado poco a mirarle. Se llama Juan Carlos y tiene también una vida que ustedes se han empeñado en romper y mucho que dar a su hijo. Este hombre quiere poder hacer con su hijo lo mismo que su padre hizo con él: acompañarle en su crecimiento y darle su amor siempre que lo necesite y Mario lo necesita mucho más de lo que les otorga ese régimen de visitas al que se encuentran sometidos, como si fuesen presos de una cárcel absurda a la que han llegado sin saber dónde estuvo su culpa. ¿Amar a un hijo es ahora motivo para que el sistema judicial te de la espalda? ¿Y sabe usted como ama este hombre? ¿Sabe usted de los kilómetros recorridos en los últimos 6 años para estar junto a su hijo? Semana tras semana, de León a Madrid y de Madrid a León… Se dice pronto, Señoría y se lee todavía más rápido cuando se tiene prisa ¿verdad? Sin embargo, se recorren lentamente, muy lentamente porque, además, la situación económica en la que queda un padre divorciado en España, no permite tener coches que alcancen grandes velocidades. Así que las carreteras se hacen largas y cansadas… pero no importa: de León a Madrid, la esperanza de ver a Mario, de abrazarle, de escuchar sus historias, de sentir sus caricias… hacen que Madrid se sienta más cerca; de Madrid a León, la compañía de las últimas horas compartidas convertidas ya en recuerdo hacen más cálido el regreso y alimentarán las horas hasta el próximo encuentro.
Este hombre es un buen padre, Señoría. Yo le he visto con Mario, he visto cómo le mira su hijo, cómo camina cogido de su mano, cómo atiende a su voz, cómo le sonríe… He visto también los caballos que cría para que Mario crezca en contacto con la naturaleza, para que pueda tener una infancia tan hermosa como lo fue la suya, aprendiendo de los animales lo que a veces no se aprende de las personas. ¿Sabe el tiempo que dedica a cuidar todos los detalles soñando en cuando llegue Mario y disfrute de esos potrillos de los que no se quiere separar? Yo he visto las viejas cosas que pertenecieron a su padre y que él repara con esmero para poder disfrutarlas con su hijo. Toda la vida de este hombre gira en torno a Mario. Sus sueños, su trabajo, su lucha… todo. Es un buen padre, como también fue un buen hijo. Yo le he escuchado hablar de su padre, Señoría. No es un hombre que exprese sus emociones con demasiadas palabras pero se le sale por los ojos, el corazón. Deberían ustedes aprender a escuchar los ojos de las personas… se darían cuenta de en cuántas mentiras han basado sus sentencias y de a cuántos inocentes han condenado por ser simplemente los que han amado más, los que han querido herir menos.
Todo lo que este hombre sintió por su padre quiere que pueda sentirlo su hijo porque, Señoría, como dijo Unamuno “Con madera de recuerdos armamos esperanzas” Si privan a los niños de la posibilidad de acumular recuerdos ¿de qué van a alimentar su esperanza? Podrán tener una única y hasta magnífica casa, eso que para ustedes es tan importante después de un divorcio. Tendrán una casa y medio corazón porque la otra mitad la habrán sacrificado ustedes. Tendrán una madre que se lo quedó todo y un padre que lo perdió también todo cuando le alejaron de él y sufrirá al ver sufrir a su papá. ¿O cree usted que no sufren los niños cuando les dejan sin padre? Y, cuando vayan creciendo, no entenderán por qué permitieron ustedes que todo eso sucediera y tendrán que saldar ellos la deuda emocional que tendrán con el padre, aprender a perdonar de una forma brutal para sus maltrechas emociones y digerir que sus madres odiaron más que amaron, algo que ustedes nunca debieron permitir y, mucho menos, secundar. Algunos ya ven todo eso de pequeños, ya sienten las culpas ajenas, ya perdonan como adultos lo que nunca debieron vivir como niños. Se asombraría usted de lo que llegan a expresar algunos niños cuando se sienten libres para hablar, cuando saben que nadie va a juzgar sus palabras y, muchos menos, sus sentimientos.
Y usted ha pretendido juzgar ahora si el espacio que Mario comparte con su padre cuando este se desplaza a Madrid para poder estar con él es tan “óptimo” como el de la madre. ¿Sólo les importa a ustedes el espacio físico? ¿De verdad es que quieren ustedes ver tan poco? ¿Tan poca memoria tienen? ¿Olvidan tan rápido que, en la mayoría de los casos, han sido ustedes mismos los que han condenado a los padres a vivir con menos medios económicos que las madres? ¿Han olvidado que esa mejor condición económica de las madres se mantiene, en la mayoría de los casos, gracias a los padres que, eso sí, para pagar, todo el mundo quiere que sigan siendo padres? Para eso, Señoría, no hay régimen de visitas. Para recibir dinero y patrimonio, cualquier momento es bueno. Ustedes les están culpando de haberles dejado sin poco más que su dignidad. Primero les expolian y después les recriminan su escaso poder económico al que ustedes mismos les han condenado y utilizan esa situacion para quitarles también a los hijos porque el hogar de la madre, según ustedes, reúne mejores condiciones. ¿Se da usted cuenta de la hipocresía y del absurdo?
Juan Carlos y Mario son padre e hijo y quieren estar juntos. Deje crecer a Mario en paz, permítale seguir siendo niño. No crecerá antes de tiempo porque viva en un espacio sin lujos: así creció la mayoría de la generación anterior, así crecen muchos niños felices. Sí crecerá antes de tiempo si le alejan de las personas que más ama porque tendrá que endurecer su corazón.
Por favor, Señoría, dejen a los niños vivir su infancia, no permitan que ensucien su inocencia… déjenles ser niños, libres en los sentimientos, amando a las dos personas que les llamaron a la vida y sin tenerse que sentirse mal por ninguno de los dos. Déjenles ser niños con un corazón completo y sano. No les roben la mitad del corazón. Romper un corazón inocente sí que debería estar castigado por la ley.
Si ha llegado usted hasta aquí, en nombre de Mario, gracias.
Pilar Morales Ibáñez
PAPÁ TAMBIÉN ME MIMA - JOSEP M. SARRIEGUI
¿Custodia compartida de los hijos de padres separados o preferencia argumentada
hacia las madres?
El debate no es ajeno a la blogosfera. En ella han encontrado algunos
padres (en masculino) un canal en el que desahogar su rabia y exponer los motivos por
los que consideran que la ley les discrimina. Dos ejemplos son las bitácoras Mi Papá Me
Mima y Custodia Compartida.
La primera de ellas es anónima y reciente. No es un diario de las miserias cotidianas de un
divorciado que apenas puede ver a sus hijos, sino más bien un conjunto de reflexiones acerca de la mísera (en opinión del autor) condición de padre en los tiempos que corren.
Una muestra: "El hombre posmoderno está preparado para asumir un rol familiar y
doméstico, pero no lo hace porque no le dejan sobrepasar su condición de suplente".
Otra: "Actualmente el hombre es dependiente de la independización de la mujer". Una
más: "Existe una conciencia de género entre las mujeres nuevas, modernas, abiertas,
feministas, trabajadoras. ¿Dónde está algo parecido entre los hombres?". Como se ve,
toda una aproximación al desconcierto masculino en un blog subtitulado "la imposible
guardia compartida".
La segunda bitácora lleva las cosas a un terreno más pasional. ¿Su finalidad? "Gritar en
este peculiar desierto llamado España por necesidades tan básicas como ser y ejercer
como padre". Para lograrlo, reclama una ley de coparentalidad que se aplique tras
separaciones y divorcios. La recopilación de noticias es uno de sus puntos fuertes, un
compendio de lo que ocurre en torno a tan resbaladiza cuestión.
http://mipapamemima.wordpress.com/
http://lacomunidad.elpais.com/custodiacompartida/posts
hacia las madres?
El debate no es ajeno a la blogosfera. En ella han encontrado algunos
padres (en masculino) un canal en el que desahogar su rabia y exponer los motivos por
los que consideran que la ley les discrimina. Dos ejemplos son las bitácoras Mi Papá Me
Mima y Custodia Compartida.
La primera de ellas es anónima y reciente. No es un diario de las miserias cotidianas de un
divorciado que apenas puede ver a sus hijos, sino más bien un conjunto de reflexiones acerca de la mísera (en opinión del autor) condición de padre en los tiempos que corren.
Una muestra: "El hombre posmoderno está preparado para asumir un rol familiar y
doméstico, pero no lo hace porque no le dejan sobrepasar su condición de suplente".
Otra: "Actualmente el hombre es dependiente de la independización de la mujer". Una
más: "Existe una conciencia de género entre las mujeres nuevas, modernas, abiertas,
feministas, trabajadoras. ¿Dónde está algo parecido entre los hombres?". Como se ve,
toda una aproximación al desconcierto masculino en un blog subtitulado "la imposible
guardia compartida".
La segunda bitácora lleva las cosas a un terreno más pasional. ¿Su finalidad? "Gritar en
este peculiar desierto llamado España por necesidades tan básicas como ser y ejercer
como padre". Para lograrlo, reclama una ley de coparentalidad que se aplique tras
separaciones y divorcios. La recopilación de noticias es uno de sus puntos fuertes, un
compendio de lo que ocurre en torno a tan resbaladiza cuestión.
http://mipapamemima.wordpress.com/
http://lacomunidad.elpais.com/custodiacompartida/posts
dimecres, 18 de juny del 2008
Miembros, ´miembras´, y mimbres - Manuel Molina
http://www.diariodemallorca.es/secciones/noticia.jsp?pRef=2008061700_5_368302__Opinion-Miembros-miembras-mimbres
MANUEL MOLINA
Decía el otro día D. Alfonso Guerra, en declaraciones a algunos medios, que "si una élite quiere imponer a la sociedad que se diga ´miembra´, está perdiendo el tiempo y haciéndoselo perder a los demás".
Se refería a unas palabras de la Ministra de Igualdad, Bibiana Aído, quien, aprovechando su comparecencia en la Cámara baja para anunciar la creación de un número de teléfono destinado a que al mismo puedan llamar (¡!) los maltratadores, se dirigió a los diputados llamándoles "miembros y miembras" del Congreso.
Menos mal que lo ha dicho D. Alfonso, porque si llega a hacerlo alguien que no fuera un socialista histórico como él, seguramente sería tildado inmediatamente de machista y/o fascista para arriba.Y es que el actual presidente de la Comisión Constitucional del Congreso lleva más razón que un santo (con todos los respetos y salvando las agnósticas distancias). Porque "miembro" es una palabra neutra. Igual que "portavoz", "fiscal", "médico", "ebanista", y tantas otras. Y, por ello, (como todo "neutro" que se precie) engloba tanto el género masculino como el femenino.
Por tanto, -aunque quizá ella lo ignorara en ese momento- si la Ministra de Igualdad se hubiera dirigido a sus señorías como "Señores miembros del Congreso", no habría cometido ningún acto de machismo (aunque la palabra "miembro" termine con la letra ´o´), sino que habría estado utilizando correctamente la lengua castellana.
Y, como opinaba seguidamente el señor Guerra sobre la solicitud expresa de su correligionaria ministra Aído de que ese genial fruto de su invención -la palabra "miembra"- sea admitida por la R.A.E. (e incorporada urgentemente al diccionario), la Academia de la Lengua está para "recoger lo que habla la gente" y, que él sepa, "en la sociedad española no se dice ´miembra´ ".
Pues sí, D. Alfonso, así es. Pero todo se andará. Porque no hay que subestimar la capacidad e influencia de los actuales gurús de "lo políticamente correcto". Y ya se sabe: quien se atreva a decir algo que vaya en contra de los postulados oficiales del pseudofeminismo o feminismo mal entendido (el de la supremacía femenina; y no el de la justa igualdad entre mujeres y hombres), será linchado.
Pero ándese con cuidado, porque incluso alguien tan respetado en la izquierda e, incluso, en otros sectores ideológicos (por sus recientes opiniones -coherentes y nada sectarias- sobre determinadas cuestiones de Estado que afectan a todos los ciudadanos) podría recibir alguna que otra crítica inmisericorde.
Sobre todo cuando a continuación, refiriéndose al polémico episodio de la llamada telefónica realizada por Dª Mª Emilia Casas -actual presidente del Tribunal Constitucional- a una mujer imputada por el asesinato de su ex esposo, el ex vicepresidente de gobierno afirmó lo siguiente: "Una mujer que es maltratada por el marido es un drama terrible y al marido hay que condenarlo con todas las de la ley. Pero pasar de ahí a que una mujer que diga ´yo soy maltratada´, y ya todo el mundo de rodillas: oiga, pues no" (sic).
Porque lo más probable es que el "establishment" de la corrección socio-política nacional ignorará la primera mitad de la afirmación (con la que cualquier persona decente -hombre o mujer- estará de acuerdo), y se quedará única y exclusivamente con la parte final (quizá sacándola de contexto).
En cualquier caso, y volviendo a la creación semántica de la señora Aído (el vocablo "miembra"), más nos vale ir acostumbrándonos a las sugerencias de estos nuevos (y nuevas) innovadores (e innovadoras) de la lengua. Sobre todo si el creador (o creadora) tiene materia prima de ministro.
Aunque, hablando de materia prima, recuerdo aquel refrán que dice que "con estos mimbres se hacen estos cestos". Sabio refranero, aplicable a la mediocridad cultural imperante. Porque, nos guste o no, -y salvo honrosas excepciones- en nuestro actual panorama político esto es lo que hay.Por cierto señora ministra, que a mí, que soy melómano (lo cual, le juro que nada tiene que ver con mi afición a comer fruta), lo que de verdad me habría gustado en esta vida es ser "pianisto".
MANUEL MOLINA
Decía el otro día D. Alfonso Guerra, en declaraciones a algunos medios, que "si una élite quiere imponer a la sociedad que se diga ´miembra´, está perdiendo el tiempo y haciéndoselo perder a los demás".
Se refería a unas palabras de la Ministra de Igualdad, Bibiana Aído, quien, aprovechando su comparecencia en la Cámara baja para anunciar la creación de un número de teléfono destinado a que al mismo puedan llamar (¡!) los maltratadores, se dirigió a los diputados llamándoles "miembros y miembras" del Congreso.
Menos mal que lo ha dicho D. Alfonso, porque si llega a hacerlo alguien que no fuera un socialista histórico como él, seguramente sería tildado inmediatamente de machista y/o fascista para arriba.Y es que el actual presidente de la Comisión Constitucional del Congreso lleva más razón que un santo (con todos los respetos y salvando las agnósticas distancias). Porque "miembro" es una palabra neutra. Igual que "portavoz", "fiscal", "médico", "ebanista", y tantas otras. Y, por ello, (como todo "neutro" que se precie) engloba tanto el género masculino como el femenino.
Por tanto, -aunque quizá ella lo ignorara en ese momento- si la Ministra de Igualdad se hubiera dirigido a sus señorías como "Señores miembros del Congreso", no habría cometido ningún acto de machismo (aunque la palabra "miembro" termine con la letra ´o´), sino que habría estado utilizando correctamente la lengua castellana.
Y, como opinaba seguidamente el señor Guerra sobre la solicitud expresa de su correligionaria ministra Aído de que ese genial fruto de su invención -la palabra "miembra"- sea admitida por la R.A.E. (e incorporada urgentemente al diccionario), la Academia de la Lengua está para "recoger lo que habla la gente" y, que él sepa, "en la sociedad española no se dice ´miembra´ ".
Pues sí, D. Alfonso, así es. Pero todo se andará. Porque no hay que subestimar la capacidad e influencia de los actuales gurús de "lo políticamente correcto". Y ya se sabe: quien se atreva a decir algo que vaya en contra de los postulados oficiales del pseudofeminismo o feminismo mal entendido (el de la supremacía femenina; y no el de la justa igualdad entre mujeres y hombres), será linchado.
Pero ándese con cuidado, porque incluso alguien tan respetado en la izquierda e, incluso, en otros sectores ideológicos (por sus recientes opiniones -coherentes y nada sectarias- sobre determinadas cuestiones de Estado que afectan a todos los ciudadanos) podría recibir alguna que otra crítica inmisericorde.
Sobre todo cuando a continuación, refiriéndose al polémico episodio de la llamada telefónica realizada por Dª Mª Emilia Casas -actual presidente del Tribunal Constitucional- a una mujer imputada por el asesinato de su ex esposo, el ex vicepresidente de gobierno afirmó lo siguiente: "Una mujer que es maltratada por el marido es un drama terrible y al marido hay que condenarlo con todas las de la ley. Pero pasar de ahí a que una mujer que diga ´yo soy maltratada´, y ya todo el mundo de rodillas: oiga, pues no" (sic).
Porque lo más probable es que el "establishment" de la corrección socio-política nacional ignorará la primera mitad de la afirmación (con la que cualquier persona decente -hombre o mujer- estará de acuerdo), y se quedará única y exclusivamente con la parte final (quizá sacándola de contexto).
En cualquier caso, y volviendo a la creación semántica de la señora Aído (el vocablo "miembra"), más nos vale ir acostumbrándonos a las sugerencias de estos nuevos (y nuevas) innovadores (e innovadoras) de la lengua. Sobre todo si el creador (o creadora) tiene materia prima de ministro.
Aunque, hablando de materia prima, recuerdo aquel refrán que dice que "con estos mimbres se hacen estos cestos". Sabio refranero, aplicable a la mediocridad cultural imperante. Porque, nos guste o no, -y salvo honrosas excepciones- en nuestro actual panorama político esto es lo que hay.Por cierto señora ministra, que a mí, que soy melómano (lo cual, le juro que nada tiene que ver con mi afición a comer fruta), lo que de verdad me habría gustado en esta vida es ser "pianisto".
dimarts, 17 de juny del 2008
LOS HIJOS COMPARTIDOS - "EL PAIS.COM"
http://www.elpais.com/articulo /opinion/hijos/compartidos /elpepuopi/20080617elpepiopi_5 /Tes
En el artículo titulado Los hijos como propiedad, publicado en este diario el 11 de junio pasado, Luisa Castro exponía sus argumentos en contra de la custodia compartida y defendía entre líneas la tesis de que los hijos son y deben seguir siendo por naturaleza propiedad de las madres. Paradójicamente, la señora Castro acusaba a los padres varones que piden la custodia compartida de este afán de apropiación sobre los hijos, echando mano para ello de viejos y polvorientos términos en latín (Pater Familias), aparte del socorrido comodín de la amenaza del retorno del patriarcado.
Los niños no son la propiedad exclusiva y natural de sus madres biológicas.
Su tesis se reduce, en esencia, a una vieja polémica: la dicotomía entre la naturaleza y la ley, o entre la naturaleza y la cultura. Según su opinión, la custodia de los hijos debe ser concedida a la madre pues es una cuestión de respeto a la naturaleza, de manera que la ley no debe ir contra esta naturaleza, sino ser su correlato. Es decir, el Estado no debe imponer la custodia compartida, si no es con el visto bueno de la madre, pues es la ley natural de la madre, figura ésta sí absolutamente necesaria, la que debe prevalecer. Estos planteamientos naturalistas y maternalistas no se sostienen ni desde el punto de vista del derecho contemporáneo, ni desde el punto de vista de la actual psicología evolutiva.
En los Estados democráticos es inconcebible que el derecho de una parte se haga depender de la autorización de la otra parte en litigio, pues en ese caso hay una parte que es a la vez juez y parte. Justo lo que ocurre en nuestro país con la custodia compartida, pues su concesión depende del beneplácito de la madre. Lo que preconizan quienes defienden la custodia compartida sólo con acuerdo es en realidad el derecho de veto de una parte (la madre), es decir, un contraderecho o privilegio basado en la variable del sexo.
Desde el punto de vista de la psicología, los mitos relativos a la necesidad que tiene el menor de la madre como figura de apego prioritaria por naturaleza hace tiempo que están superados por la ciencia. La psicología actual se decanta por los beneficios que tiene para el niño el apego múltiple, con independencia del sexo de los referentes. Es decir, nada más enriquecedor y fomentador de la autonomía personal y del desarrollo psíquico y emocional del menor que la conservación de una pluralidad de referentes primarios que, además, le quieren y le reconocen como ser querido. Y nada más dañino para la autoestima y estabilidad de un niño que el alejamiento forzado e injustificado de uno de sus padres y, en general, de cualquier otro ser querido, pues cuando se rompen los lazos de un menor con su padre también se destruyen los vínculos con toda la familia paterna.
En realidad, las coartadas para justificar el derecho del progenitor custodio a trasladar al menor geográficamente a donde le plazca no son más que malas coartadas. ¿Cómo puede ser bueno para un menor apartarle de sus seres queridos, de su entorno de referencia estable, de su universo relacional ya definido? Es una aberración defender, bajo pretexto de una presupuesta inocencia sobreprotectora de la madre, que el niño necesita ser llevado a una burbuja totalmente controlada por esta última, lejos de la perniciosa influencia del padre, siempre sospechoso, cómo no, de impulsos de dominación irreductibles y primordiales.
El niño no necesita el control exclusivo de la madre. Ni del padre. El niño necesita la participación de los dos en su crianza, en su cuidado y en el roce cotidiano. Porque como decía la copla, sin roce no hay cariño. Y eso es lo que más obsesiona a algunas recelosas madres, como la tristemente famosa letrada María Dolores Martín Pozo, presunta inductora del asesinato de su ex marido Miguel Ángel Salgado; mujeres que no quieren compartir con ningún igual el cariño del ser amado, el amor de los hijos, por cuya escritura de propiedad exclusiva se afanan en batallar por todos los medios a su alcance y desde los más altos castillos.
Los niños no son una propiedad, y no se pueden partir, como sí se puede partir una casa, cuyo valor material no obstante tampoco se parte, porque va en el mismo lote que la propiedad materna de los hijos. Claro que los hijos no se pueden partir, pero sí se pueden y se deben compartir. Tal vez todos deberíamos empezar a conjugar el verbo compartir, pues es nuestra obligación con nuestros hijos e hijas. Y en caso de no aprender a conjugar el verbo por nosotros mismos, entonces el Estado debería poner a cada uno en su sitio e imponer el derecho allí donde todavía no ha llegado. Precisamente para que haya más familias felices, porque como decía Tolstói, las familias felices no tienen historia, y hoy por hoy en nuestro país hay demasiadas familias y demasiados niños que arrastran una tortuosa historia.
Firman este artículo Àssun Pérez Aicart, coordinadora de la Plataforma Feminista por la Custodia Compartida, y Fernando Basanta Ortega, vicepresidente de la Confederación Estatal de Madres y Padres Separados.
En el artículo titulado Los hijos como propiedad, publicado en este diario el 11 de junio pasado, Luisa Castro exponía sus argumentos en contra de la custodia compartida y defendía entre líneas la tesis de que los hijos son y deben seguir siendo por naturaleza propiedad de las madres. Paradójicamente, la señora Castro acusaba a los padres varones que piden la custodia compartida de este afán de apropiación sobre los hijos, echando mano para ello de viejos y polvorientos términos en latín (Pater Familias), aparte del socorrido comodín de la amenaza del retorno del patriarcado.
Los niños no son la propiedad exclusiva y natural de sus madres biológicas.
Su tesis se reduce, en esencia, a una vieja polémica: la dicotomía entre la naturaleza y la ley, o entre la naturaleza y la cultura. Según su opinión, la custodia de los hijos debe ser concedida a la madre pues es una cuestión de respeto a la naturaleza, de manera que la ley no debe ir contra esta naturaleza, sino ser su correlato. Es decir, el Estado no debe imponer la custodia compartida, si no es con el visto bueno de la madre, pues es la ley natural de la madre, figura ésta sí absolutamente necesaria, la que debe prevalecer. Estos planteamientos naturalistas y maternalistas no se sostienen ni desde el punto de vista del derecho contemporáneo, ni desde el punto de vista de la actual psicología evolutiva.
En los Estados democráticos es inconcebible que el derecho de una parte se haga depender de la autorización de la otra parte en litigio, pues en ese caso hay una parte que es a la vez juez y parte. Justo lo que ocurre en nuestro país con la custodia compartida, pues su concesión depende del beneplácito de la madre. Lo que preconizan quienes defienden la custodia compartida sólo con acuerdo es en realidad el derecho de veto de una parte (la madre), es decir, un contraderecho o privilegio basado en la variable del sexo.
Desde el punto de vista de la psicología, los mitos relativos a la necesidad que tiene el menor de la madre como figura de apego prioritaria por naturaleza hace tiempo que están superados por la ciencia. La psicología actual se decanta por los beneficios que tiene para el niño el apego múltiple, con independencia del sexo de los referentes. Es decir, nada más enriquecedor y fomentador de la autonomía personal y del desarrollo psíquico y emocional del menor que la conservación de una pluralidad de referentes primarios que, además, le quieren y le reconocen como ser querido. Y nada más dañino para la autoestima y estabilidad de un niño que el alejamiento forzado e injustificado de uno de sus padres y, en general, de cualquier otro ser querido, pues cuando se rompen los lazos de un menor con su padre también se destruyen los vínculos con toda la familia paterna.
En realidad, las coartadas para justificar el derecho del progenitor custodio a trasladar al menor geográficamente a donde le plazca no son más que malas coartadas. ¿Cómo puede ser bueno para un menor apartarle de sus seres queridos, de su entorno de referencia estable, de su universo relacional ya definido? Es una aberración defender, bajo pretexto de una presupuesta inocencia sobreprotectora de la madre, que el niño necesita ser llevado a una burbuja totalmente controlada por esta última, lejos de la perniciosa influencia del padre, siempre sospechoso, cómo no, de impulsos de dominación irreductibles y primordiales.
El niño no necesita el control exclusivo de la madre. Ni del padre. El niño necesita la participación de los dos en su crianza, en su cuidado y en el roce cotidiano. Porque como decía la copla, sin roce no hay cariño. Y eso es lo que más obsesiona a algunas recelosas madres, como la tristemente famosa letrada María Dolores Martín Pozo, presunta inductora del asesinato de su ex marido Miguel Ángel Salgado; mujeres que no quieren compartir con ningún igual el cariño del ser amado, el amor de los hijos, por cuya escritura de propiedad exclusiva se afanan en batallar por todos los medios a su alcance y desde los más altos castillos.
Los niños no son una propiedad, y no se pueden partir, como sí se puede partir una casa, cuyo valor material no obstante tampoco se parte, porque va en el mismo lote que la propiedad materna de los hijos. Claro que los hijos no se pueden partir, pero sí se pueden y se deben compartir. Tal vez todos deberíamos empezar a conjugar el verbo compartir, pues es nuestra obligación con nuestros hijos e hijas. Y en caso de no aprender a conjugar el verbo por nosotros mismos, entonces el Estado debería poner a cada uno en su sitio e imponer el derecho allí donde todavía no ha llegado. Precisamente para que haya más familias felices, porque como decía Tolstói, las familias felices no tienen historia, y hoy por hoy en nuestro país hay demasiadas familias y demasiados niños que arrastran una tortuosa historia.
Firman este artículo Àssun Pérez Aicart, coordinadora de la Plataforma Feminista por la Custodia Compartida, y Fernando Basanta Ortega, vicepresidente de la Confederación Estatal de Madres y Padres Separados.
dilluns, 16 de juny del 2008
diumenge, 15 de juny del 2008
Cuando ellos tambien lloran -
Existe un marcado movimiento pro-defensa de los derechos de la mujer ante el avanzado abuso y el maltrato doméstico. Son golpes emocionales, espirituales, y físicos, que quedan grabados en la vida de tantas mujeres... que llorando exigen justicia, para una situación que violenta sus derechos de persona. Pero existe, detrás de bambalinas, y muy escondido... también el maltrato hacia los hombres.
Mujeres paranoicas que se levantan contra la nobleza y los buenos sentimientos de sus parejas, y los golpean de todas las formas. Existen las lágrimas masculinas también en este aspecto. Hombres que por amor a sus hijos, no dejan a la pareja, aún cuando son objeto de vejaciones de manera verbal, emocional, física.
He conocido de cerca casos como este. Donde la nobleza del corazón del esposo no le permite abandonar un hogar... que ya no es hogar para nada. Y aceptan los golpes aduciendo que la esposa pega suave, y aceptan el maltrato, quizás sintiéndose culpables por no poder cumplir o llenar las expectativas de un alma egoísta que solo piensa en sí misma.
Se sienten perdidos, se vuelven introspectivos, buscan escapes... vías de escape... pero en el fondo, sucede lo mismo que con la mujer. Su autoestima se mina al máximo, se vuelven autodependientes emocionales de su abusadora. Como sucede en todo caso de abuso, la persona que comete el hecho, aisla emocionalmente a su víctima, haciéndole creer que sólo ella es la proveedora de amor, de estabilidad o de sustento.
Me opongo a este tipo de actitudes que sólo conllevan a la autodestrucción del ser. El hombre que permite estos abusos, es como la mujer maltratada que deja que su marido la destruya. Con la esperanza de que quizás las cosas mejoraran algún día continúan con la "farsa hogar" y se envuelven en situaciónes más caóticas.
El tener claro el valor personal y la dignidad, debe ser el primer paso para vencer este tipo de situaciones. El saber que aunque se pierda lo material, no importa, se sale de una situación destructiva, que se convierte en un espiral si no se corta a tiempo. Valer y hacer valer los derechos, y saber que la dignidad está primero. Que si los hijos existen, creo que es más sano que los hijos vean un hogar separado, pero con padres emocionalmente sanos. A que sean los testigos silentes de escenas violentas... que sólo les dejarán una moraleja: Cuando sea grande seré como mis padres.
Existen también las lágrimas masculinas... y son tan amargas como las femeninas, quizás con el agravante, de la condenación de que son ellos quienes tienen que llevar las riendas de un hogar... la provisión principal... y ser el sustento de sus familias, además de ser "muchos machos" y no querer admitir que una mujer los está vejando. Si los hombres, como las mujeres maltratadas aprendiesen que se puede poner un alto las cosas serían diferentes. Si tu estás leyendo esto... y te sucede, valora ante todas las cosas tu vida... tu dignidad, tu valor personal. Y te comparto... si se puede poner un alto... poniendo un pie fuera de esa relación, que nunca cambiará... que al contrario... agravará con el tiempo.
dissabte, 14 de juny del 2008
Mercedes de la Merced - Custodia Compartida
Mercedes DE LA MERCED
La ecuación familiar tiene una resolución evidente: los hijos necesitan a los padres. A los dos. Aun admitiendo que uno se vale por sí mismo, ¿por qué prescindir del otro? Quizá ha llegado el momento en el que todos pensemos especialmente en los menores cuando se produce la ruptura del vínculo matrimonial y reforcemos lo que muchos consideramos la solución menos dramática para ellos: la custodia compartida.
En un mundo en el que la mujer se ha incorporado masivamente al mercado laboral, en el que ya no tienen sentido los roles tan rígidos que la tradición asignaba a unos y a otras y en el que la independencia femenina emerge como la mayor de las revoluciones, las reglas del juego están cambiando para todos y apuntan, afortunadamente, a la igualdad. ¿Por qué no modificar el modelo de gestión institucional de los conflictos familiares para la regulación de la custodia compartida como norma? ¿Por qué se nos asigna a las mujeres el tener que decidir o autorizar la custodia compartida? ¿No es una contradicción en la lucha de las mujeres por la igualdad, en la que tanto queda aún por hacer?
Ello no impide que siga prodigándose la custodia para uno de los dos progenitores -hoy el 95% son otorgadas a la madre-, pero cuando medie causa objetiva, razonable y juzgada de por medio, siempre con el bien de los hijos en el punto de mira. Para lo que habrá que tener en cuenta múltiples condicionantes, como los antecedentes de maltrato. Es necesario, pues, corregir la Ley de Divorcio y buscar, legislativamente, fórmulas más ajustadas y dinámicas de custodia compartida.
Pero es que además supondría un gran avance para las mujeres el poder desarrollar una educación y una crianza compartida. ¿Por qué rechazar una medida que, bien calibrada, beneficia a todos: al padre, a la madre y a los hijos? El niño que crece, aunque sea en ese correoso equilibrio que habita entre dos progenitores separados, sale más reforzado del trance que el menor que padece la amputación de uno de ellos. Diría más. Ahora que somos conscientes de la importancia de la educación de las nuevas generaciones para romper con el concepto machista de las relaciones -que tanto sufrimiento causa a las mujeres- la custodia compartida supondría, por muchos motivos, una ayuda en ese cambio de mentalidad que la sociedad actual tanto anhela.
Presidenta de Mujeres en Igualdad
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