Baldwin denuncia, nada más y nada menos, el sistema legal de familia que existe en Estados Unidos y propone su cambio inmediato. Creo que a más de uno, esto le resultará familiar. El escritor Alex Kucynski, encargado de la crítica en el “The New York Times Book Review”, afirma que se trata de un libro serio, una especie de manifiesto que ocasionalmente se ve marcado por el triste recuerdo, no exento de polémica, del fracaso de su matrimonio y el alejamiento de su única hija.
El actor americano ha tenido la fortuna de poder expresar sus ideas en un libro que seguramente recogerá el sentir general de cientos, miles diría yo, de padres e hijos que han visto rota su relación por el capricho personal de la otra parte. Pero Baldwin arremete también contra el sistema legal de familia americano compuesto de unos abogados y jueces que, según él, trabajan conjuntamente para aprovecharse económicamente de las parejas que se divorcian. “Una industria que se alimenta de las vulnerabilidades de los ya vulnerables”, afirma. Para él, el divorcio es un infierno, los abogados son unos buitres y los hijos se acaban perdiendo.
El libro de Baldwin está escrito también con Mark Tabb y da a conocer algunos chismorreos sobre su matrimonio con Basinger. Pero aparte de decir de ella que cuando le dio la noticia de su embarazo parecía contarle que le habían destrozado el coche o de que tiene el síndrome de Munchausen, le acusa de haber envenenado la relación con su hija. A los jueces y abogados les llama reprimidos, malvados, petulantes y a su ex, “la bruja malvada de la costa oeste”.
Baldwin aporta además los casos de padres que han experimentado casos como el suyo y en el que los hijos son víctimas del Síndrome de Alienación Parental (SAP), lo que provoca que muchos de los niños acaben odiando a su padre. El actor quiere hacernos ver que el SAP es un síndrome legítimo y para ello termina entrevistando a un profesor de Harvard y a una mujer que argumenta que el feminismo está detrás de la actual legislación de familia en EE UU.
Y yo que pensaba que allí las cosas eran diferentes que aquí. Por lo visto, parece que no, aunque una gran diferencia es que allí puedes decir lo que piensas sin que te quemen en la hoguera.
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